
Adiós a Nina Lara, la última resistencia
“Para quien se está muriendo de hambre la realidad no es huidiza es algo que está allí. Se puede filosofar mucho acerca de la realidad, de si lo que vemos es lo que es y todo eso, pero hay que reflexionar sobre los hechos que tienen que ver con la situación del mundo”.
José Saramago
Con motivo del día mundial de la alimentación resulta necesario mejorar la seguridad alimentaria, la nutrición y permitir que, en las poblaciones rurales, mujeres y hombres, se liberen de la pobreza y contribuyan mejor a la consecución de primer Objetivo de Desarrollo del Milenio.
El 41º Día Mundial de la Alimentación, celebrado hoy, está marcado por resultados mixtos en la lucha contra el hambre. De hecho, si bien se ha avanzado en la reducción del hambre en las últimas dos décadas, ya que aproximadamente mil millones de personas padecían hambre en 1990, el hecho es que hoy en día, 132 millones todavía la sufren, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. Además, debemos enfrentar desafíos aún mayores relacionados con el cambio climático, la escasez de agua, la calidad del suelo empobrecida, la pérdida de biodiversidad y la pandemia causada por la COVID 19. Esto da una idea de la magnitud del desafío de la seguridad alimentaria.
Nuestra capacidad para afrontar el reto de reducir el hambre en el mundo dependerá de los esfuerzos que hagamos para transformar este deseo en acciones concretas, a saber:
• promover el crecimiento económico en favor de los más pobres a largo plazo,
• crear un entorno favorable para la producción sostenible de alimentos,
• apoyar la producción agrícola, en particular a nivel de la agricultura a pequeña escala,
• aumentar su resiliencia en relación con las numerosas limitaciones que enfrenta, mejorar sus rendimientos y,
• aumentar los ingresos de los pequeños agricultores mediante un mejor acceso a los mercados.
Para lograr estos objetivos, es necesario incrementar las inversiones públicas y privadas en las áreas rurales y al mismo tiempo poner en marcha estrategias de desarrollo que creen las condiciones necesarias para incentivar dichas inversiones.
También es necesario hacer uso de todos los conocimientos -agronómicos, económicos, pero también de las políticas públicas- para impulsar programas de agricultura familiar y desarrollo rural altamente productivos y enfocados en la lucha contra la pobreza. No olvidemos que más del 70% de los extremadamente pobres viven en áreas rurales y muchos de ellos dependen de la agricultura local o de subsistencia.
La experiencia internacional revela que incluso en las circunstancias más difíciles, se está en la dirección correcta al diseñar y ejecutar programas y proyectos, de forma participativa, para ayudar a las comunidades rurales a mejorar la seguridad alimentaria de los hogares, sus ingresos y sus condiciones de vida. Los resultados obtenidos por la implementación de estos proyectos son notables y deben animar a los gobiernos a fortalecer la cooperación. Esto es lo que debe hacerse hoy con la elaboración de programas de desarrollo para las zonas de rurales en donde aún existen necesidades para mejorar los estándares y condiciones de vida de las poblaciones que viven allí. Es preciso también adoptar dos enfoques de desarrollo complementarios: el desarrollo de los sectores agrícolas en todos los eslabones de las cadenas de valor, en particular en los niveles de valoración y comercialización, y el desarrollo rural integrado.
Es importante, también, subrayar el papel que puede desempeñar la pequeña agricultura familiar en el desarrollo agrícola y rural y su contribución a la seguridad alimentaria. La agricultura familiar no se trata solo de la producción de alimentos; es una actividad que estructura el tejido socioeconómico y cultural. Proporciona alimentos, administra la tierra y es una fuente de ingresos; permite la preservación de valores culturales y formas de vida. La declaración de 2014 por la ONU como el Año Internacional de la Agricultura Familiar atestigua la importancia que la comunidad internacional concede a este método de producción agrícola.
También es importante subrayar el papel que deben jugar las organizaciones profesionales de pequeños productores y más particularmente las cooperativas en el proceso de desarrollo. Las cooperativas son actores importantes. Permiten a los pequeños productores acceder a factores productivos adaptados a las necesidades de modernización de los procesos productivos, servicios e información. Permiten a los pequeños productores aumentar y mejorar la calidad de su producción, agregarle valor, comercializarla a precios más altos que si lo hicieran individualmente y, además, se genera empleo. Posibilita, también, a los pequeños productores capturar para sí mismos el significativo valor agregado creado a lo largo de las cadenas de suministro y, por lo tanto, mejorar significativamente sus ingresos.
Para concluir, quisiera subrayar la importancia del papel que desempeñan las mujeres en el ámbito de la agricultura y la seguridad alimentaria y nutricional. Es necesario promover este papel con inversiones específicas. Reducir el hambre y la desnutrición requiere empoderar a las mujeres. Para que las comunidades rurales pobres prosperen y crezcan, es imperativo que se escuche la voz de las mujeres y que la igualdad de género gane terreno. Es fundamental reconocer el papel clave que desempeñan las mujeres en la agricultura junto con los hombres. Necesitan apoyo e inversión para participar eficazmente en el desarrollo económico de su comunidad.