Trump, ¡uy que miedo!
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A veces me pregunto si el señor presidente de la República tiene la profesión que dice. Hoy me he puesto a pensar si más bien su vocación era la de ser arqueólogo. Ya que le encanta escarbar en el pasado de nuestra nación. Ahí encuentran los restos, que de todos modos saltan a la vista sin escarbar. Nuestra nación está compuesta por lo que somos, fuimos y seremos. Siempre tenemos la idea de que es nuestra prerrogativa elegir el curso que llevará nuestro país en los próximos años, que los niños son el futuro de México, que podemos cambiar las cosas si lo queremos, juntos, etc.. es decir, las mentiras y fantasías que nos vendieron durante tantos años los políticos en campaña y en el poder, y que ya parecen parte de nuestro acervo cultural o de nuestro ideario colectivo. Es más, solo falta que un progre lo convierta en propuesta de ley. Nos las repetimos constantemente, hasta el cansancio. Solo hemos descubierto las mismas ideas con diferentes palabras. Pero el futuro es algo mucho más complejo. Es mucho más dinámico, es más parte de una realidad que de un mundo de ideas. El futuro es lo que se construye hoy para lograrlo.
Volviendo al asunto del pasado y el presidente, sé que suena un poco cínico, pero en realidad lo que Andrés Manuel López Obrador está sacando a la luz es lo que ya sabíamos que existía, y que incluso ayudó para que él llegara al poder. Prácticamente las personas conscientes de este pasado y que se aferran al rencor y el deseo de que los culpables de esto paguen, fueron los que decantaron a favor de Andrés Manuel al elegirlo, en cambio aquellos que una vez asumido el pasado se preocupan por el futuro y sabían que este hombre no tendría la capacidad para manejar el país, administrarlo y llevarlo a un destino mejor, no votaron por él. No tanto por sus ridiculeces de la toma de av. Reforma o del día que se autoinvistió como el “presidente legítimo”. Ni por su chapulíneo saltando de PRI al PRD y de ahí a fundador de Morena. O más bien dicho no solo por eso dejaron de votar por él, sino que muchos prefirieron evitar que el rencor tomara la silla presidencial, el veneno hecho hombre. De todos es sabido que Andrés Manuel López es un gran populista que le dijo por años a los ciudadanos lo que querían escuchar, que todo aquello que se había acumulado durante años y años de los salvajes atropellos y deficiencias de los gobiernos anteriores, hoy hacían eco hoy en las palabras que él solo se dio a la tarea de recopilar.
Todos tenemos derecho natural a tener una opinión, pero siempre seremos juzgados por la verdad, los hechos, la realidad y la consecuencia de nuestros actos. Y no tenemos derecho a oponernos a ese juicio. Lo que es más, mientras más pública es la persona, menos derecho tiene a negarse a ser juzgado por la ciudadanía.
Se ha dicho mucho sobre la pareja inseparable que resulta la política y la mentira. El que busca entrar a la política tiene que soportar el hedor de la mentira, puede elegir no hacer uso de esta terrible herramienta, pero mientras más caótico sea el sistema menos posibilidades tiene de avanzar un actor político sin la muletilla que significa la mentira. Vuelvo al cinismo, diciendo que de entrada podemos sacar de la mesa de discusión la mentira cuando analizamos la política, porque daremos por hecho de que todos mienten.
Por otro lado, las empresas de medios de comunicación mientras más grandes y masivos llegan a ser, tienen una tendencia a tomar partido, hacer mercenarios de los sistemas políticos, y a ser políticos propiamente, lo que implica que su tendencia es acercarse a la mentira si el sistema así lo permite. Como dijimos que sucede con los políticos.
Es decir, cuando el sistema está tan sucio, torcido y dañado como el nuestro, políticos y medios tienden a hacerse partidarios de la mentira. Solo que, nosotros no elegimos dentro de un marco legal a los medios de comunicación como representantes populares o administradores de la República. Si tenemos una elección, pero es individual y es la de apagar esos medios, no dejarlos entrar a nuestros oídos y a nuestra mente. ¿No crees en tal o cual comunicador? bien, no lo veas, no lo leas, no lo escuches. Pero a un gobernante no lo podemos ignorar como a los medios, por ello encarnan una alta responsabilidad y un deber de informar con verdad y legalidad a la población.
Por ello, que el presidente de la República haga frente a un comunicador como Carlos Loret de Mola significa solamente que el presidente no tiene ni la menor idea de lo que significa la dignidad de su cargo. En los años que yo llevo notando los asuntos de política tratando de entender y aprender, he visto pocos casos en donde el presidente abiertamente se enfrenta a un comunicador. Me puedo referir por ejemplo al caso de Carmen Aristegui contra Felipe Calderón. Lo recuerdo especialmente porque fue la primera caricatura digital de temas políticos que hizo este monero. En mi caricatura de entonces, dibujé a Carmen Aristegui mirando atentamente una botella, analizándo, escudriñándo, ya que la botella contenía una parte de alcohol y otra parte de Felipe Calderón. Si, un Fecal borracho y ahogándose en su propia miseria. Mi intención, en esa caricatura era especificar que para bien o para mal Carmen Aristegui estaba haciendo su deber que es observar, analizar y deconstruir a la figura pública, en este caso Felipe Calderón, al que se le atribuía una constante ebriedad durante su cargo.
Para todos es bien sabido que eso le costó el empleo, y la resistencia con la que lo enfrentó, la forma como se elevó posterior a que intentaron cerrarle la boca nos dio una Carmen Aristegui con mayor fuerza, que tuvo la audacia y el profesionalismo posterior para descubrir más y más en investigaciones posteriores y de mayor relevancia como fue el caso de la “casa blanca” de Peña y Gaviota. En el caso de Carlos Loret, un comunicador cuestionable desde sus raíces, por supuesto, el presidente está creando otro Goliat, otra figura de dimensiones monstruosas a la que tarde que temprano se enfrentará sin posibilidades de triunfo. ¿Por qué? Porque lo que utiliza la prensa no son sus propios instrumentos si no los errores, la maldad, las incapacidades, las irresponsabilidades y los crímenes del propio político al que se enfrentan, es decir la verdad. Y de nada sirve hacerlo a la inversa. Yo sé que Carlos Loret no es más que el vocero o fachada de un grupo más grande de investigadores, comunicadores y políticos, que dirigen su imagen y sus palabras para enfrentar con una persona mediática al pueblo. Tal como alguna vez fue Jacobo Zabludovsky, Joaquín López Dóriga, etc. Son solo figuras de cartón frente a nuestras pantallas, Insisto los voceros, y lo que no se dan cuenta en la 4T es que si logran desbarrancar a esa persona la harán más fuerte o simplemente, el mismo grupo coloca un nuevo vocero. Son las cláusulas dentro del sistema de la libre empresa, y son muy diferentes esas reglas del juego con la administración pública.
Este monero infiere dentro de su locura y condición de atarantado, que podría Carlos Loret llenar todos los sistemas de comunicación con esos montajes que tanto vociferan hoy el presidente y su séquito, y no me importaría. Porque yo no le exijo a ese figurín de cartón absolutamente nada, solo tengo que apagar mi televisor y termino mi relación con él. Pero los montajes que ha hecho el presidente y que nos ha llevado a una efervescencia continua polarizando al país, entre los que dicen “es que no es posible que la gente no se dé cuenta del fraude, el engaño y la charlatanería que significa rifar un avión, perdiendo con ello el tiempo de administrar un país que tiene las deficiencias reconocidas por todos“ y los que aún lo defienden, en muchos casos sin un interés palpable (encomiable si me preguntan, pero inútil), y en otros casos por el interés que proviene de la propia política y el poder económico, las terribles ocurrencias y caprichos del presidente, que en muchos casos ha dejado de ser un mandatario, un administrador público, un gobernante o un estadista, para hacer un ridículo adivino de feria que pretende saber lo que el pueblo piensa. Y en muchos casos cree en su locura, que el pueblo piensa exactamente lo que él, en su avinagrado corazón y su elusiva mente, quiere para México.