Preparativos para una amenaza llamada Trump
México cuya índole política se encuentra enfrascada en una cúpula de avaricia, poder, ambiciones y manipulación de masas sociales; sociedades fanáticas las cuales poseen un muy bajo coeficiente intelectual producto de la ineficiente estructura y fallida reforma educativa. Ciudadanos promedio con un intelecto nivel Homero Simpson y una cultura social tatuada como su mejor amigo Barney Gumble. Está evidente, es más valiosa una cerveza que invertir en educación para las familias promedio. Todo es un resultado para alimentar “El Reino”, recordando aquella película del 2018. El director madrileño Rodrigo Sorogoyen disecciona sin piedad la corrupción política, mete el dedo en la llaga de las vergüenzas en España. Casos no muy distantes a la realidad en México. Una película que forma parte de la polémica y el debate, a pesar de ser comprensible, cauta, ¿y atrevida? Decisión de no poner nombres de partidos políticos, lo que fue considerada como algo cobarde, y también faltaron los lugares que se denuncian en la primera gran producción española del siglo XXI que denuncia esa gran corrupción que ha provocado mayor desconexión entre los políticos y los ciudadanos en la historia de la democracia. España no debe preocuparse, en México se señalan por años en múltiples producciones el actuar, el estilo de vida, y la bota en el pescuezo de la realidad social y la ciudadanía sólo se queja pero no actúa. Hasta que el mexicano comprenda y entienda que somos mandantes y debemos demandar el servicio público a quién seleccionamos como representantes, para comenzar a generar una democracia por el bien común social y no solo el bien común del representante y sus allegados. La película el Reino proyecta uno de los mayores canceres de nuestra sociedad, un fenómeno que se extiende cultural y socialmente en España y en todo el mundo. Sorogoyen y su coguionista Isabel Peña en una de las escenas más inspiradas: un cliente de un bar paga al camarero con diez euros, y éste, sin darse cuenta, le devuelve quince. En cuestión de segundos, debe decidir si es honrado y devuelve el dinero, o si es atracador y se lo queda. La respuesta es evidente. Así es la escena mexicana de que somos ¡bien chingones! Y el que no tranza no avanza, bendita cultura que suena a chiste, pero es real. Los medios de comunicación, el trabajo periodístico en México, han evidenciado miles de casos de corrupción de saqueo, estafas, lavado de dinero y cuanta anomalía económica a las arcas públicas, sin que se aplique la Ley por el nuevo Sistema de Justicia Penal desarrollado justamente para enaltecer éstos grandes logros político financieros. Justamente desde 1976 ya se proyectaba en la pantalla grande el atinado trabajo periodístico. Alan Pakula dirigió a Dustin Hoffman y Robert Redford en la legendaria gran película “Los Hombres del Presidente” que aborda el periodismo y la política. Redford el de Santa Mónica dio vida a Bob Budward, uno de los dos periodistas del ‘Washington Post’ que investigó el caso Watergate. El otro es Carl Bernstein (Dustin Hoffman). Inspirada en un caso real y en el libro del propio Bernstein, lo que empieza siendo un simple caso de robo de unos papeles en el cuartel general del Partido Demócrata en Washington se acaba convirtiendo en uno de los mayores escándalos políticos de la historia de Estados Unidos. Sensacional (e idealista) la descripción del trabajo de la prensa. “El Reino” es una película importante, una necesaria y dura crítica al sistema que nace dentro del propio sistema. México y mi San Luis Potosí son una muestra, un País en el que la ficción con vocación mainstream es víctima de la despolitización más extrema, los filmes sí reflejan situaciones reconocibles para el espectador que quiera encontrarlas: éstos son los datos, suyas son las conclusiones. Muchos filmes mexicanos retratan el desafío actual, con el machete en una mano y cal viva en la otra: el fenómeno de la corrupción. El Periodismo de investigación es una fuente digna y con sustento, pero con poco eco ante la autoridad misma y a los mismos representantes políticos; ellos nombran a los carteles ‘delincuencia organizada’, cuando los verdaderos organizados para delinquir, son ellos. Todos los partidos en México están cortados con la misma tijera, y el que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra. “Todos los hombres del presidente”, es una película que, al igual que el hecho y el libro en el que se basa, es un monumento a la libertad de expresión. Refleja el convencimiento absoluto de que no hay democracia sin esa libertad, y no hay estado de derecho en el que los medios de comunicación no velen por el respeto a esa democracia. Queda palpable en ella su estructura investigadora, aún a cuenta de todas las dificultades y problemas con las autoridades del Gobierno, en el que se aprecia cómo el poder tiende a corromperse, y por lo tanto a ocultar su corruptela. Un grupo mediático, consciente de la importancia de abrir el camino a la verdad, lucha con todas sus fuerzas contra la censura que se le pretende imponer. “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo” (Voltaire).