Ironía
Muy claro ha dejado el presidente Andrés Manuel López que con él regresan los gobiernos de la Revolución Mexicana, interrumpida desde que José López Portillo abandonó Palacio Nacional y le entregó la banda tricolor a Miguel de la Madrid.
Ese ciclo de 36 años, que él llama de “gobiernos neoliberales”, terminó ayer y vuelven las políticas inspiradas en el ideal revolucionario que se consolidó con Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río.
No será necesario vivir muchos años para saber qué tanta razón tiene el presidente con este regreso al pasado para reorientar el desarrollo del país. Pero de que la transformación viene, viene.
En primer lugar, se congela, o se acaba, la reforma energética.
Durante una amplia entrevista con La Jornada, publicada ayer, el presidente López Obrador dijo que en materia de energía “ya no habrá más rondas (de adjudicaciones de bloques), como ya no habrá la misma política”.
“¿Saben qué nos va a salvar?”, les preguntó a sus amigos de ese diario.
Y él mismo se contestó: “Se los dije a los neoliberales: nos va a salvar la obra de la Revolución Mexicana, eso es lo que va a sacar el país adelante”
– ¿A qué se refiere? – le preguntaron.
-A lo que hicieron los gobiernos posrevolucionarios. Fue tanto, que a los neoliberales no les dio tiempo para acabar con todo y lo que nos dejaron es lo que vamos a utilizar para sacar adelante al país.
Para abrir boca: adiós a la reforma educativa, a la energética, y a las Zonas Económicas Especiales.
Dijo: “Los puertos estaban a punto de entregarlos con las Zonas Económicas Especiales. Entonces, va a ser la obra de la Revolución la que al final nos va a salvar, la que nos puede sacar a flote”.
Habrá que esperar a ver, en los hechos, como se materializa este relanzamiento de las políticas económicas emanadas de la Revolución hasta 1982.
El país ha cambiado, el entorno mundial también.
Tenemos una relación estrecha con el mercado norteamericano, producto de la apertura comercial que los llamados “gobiernos neoliberales” propiciaron y ha traído buenos resultados para el país.
Apenas ayer el ex presidente Peña firmó una nueva versión del TLCAN con Estados Unidos y Canadá, lo que contó con el aval y respaldo del equipo de López Obrador.
Es decir, no todo lo van a tirar a la basura, como sí lo harán con las reformas educativa, energética, Zonas Económicas Especiales y ese instrumento formidable para conectarnos ágilmente con el mundo que era el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).
Entramos en un periodo de incertidumbre para saber qué sí y qué no se va a retomar del pasado revolucionario.
Será muy difícil dar marcha atrás en materia de libertades individuales y colectivas, conquistadas en estos últimos 36 años.
Al menos no se podría hacer sin sobresaltos y una resistencia activa frente a los intentos por imponer el regreso del autoritarismo que puso a los poderes de la Unión y a las entidades federativas al servicio de la voluntad del jefe sexenal de la Revolución.
Los “súper delegados” son una prueba de que, en efecto, sí hay esa idea de centralizar y concentrar más poder en el presidente.
¿Qué forma le va a dar López Obrador a este retorno a la Revolución?
Si es devolver el aliento social a las políticas públicas, será un acierto.
Pero si es desmontar el andamiaje de libertades individuales, económicas y políticas construido en 36 años, con aciertos claros y errores garrafales, entonces tendremos un retroceso que México va a pagar muy caro y tardaremos décadas en enmendar.