Ironía
La más importante estrategia política que ha implementado el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido la de generar una mística alrededor de su movimiento, permitiéndole transmutar como un alquimista muchas cosas, gracias al beneplácito de un pueblo completamente hipnotizado por su retórica demagógica, en la que afirma constantemente que todo lo que hace es en beneficio del pueblo. Esta es la esencia del populismo.
Pero no surge de la nada; obtiene su fuerza de beneficios y programas que, aunque cuestionables, son reales.
Es necesario señalar que quienes estamos del lado del cuestionamiento, como la prensa, hemos trabajado a medias desde el principio, ya que este «pueblo bueno» que hoy está convencido o «maiseado» hace oídos sordos a cualquier denuncia y crítica. Y, aunque escuchen, no opinan. En su mayoría, no modifican su opinión. Incluso sabemos que hay fuertes defensores dentro de sus filas.
¿Y qué decir de la enorme cantidad de prensa que se mantiene neutral o que prefiere no tocar los temas preocupantes? De la prensa comprada o definitivamente entregada al movimiento ideológico del presidente, mejor ni hablamos.
La oposición partidista, en su mayoría debilitada e incluso en algunos casos desahuciada, tiene cada vez menos poder de opinión dentro del espectro político. Quienes se mantienen dentro de las filas de los partidos opositores padecen de una voz ahogada y discursos estériles.
Los organismos y corporaciones no gubernamentales, que hoy rara vez se quejan, al menos son firmes, y de vez en cuando son escuchados. Incluso han logrado mover algunas instancias cuando se ven perjudicados, pero solo dentro de su ámbito y competencia.
En otras épocas y circunstancias, los presidentes de los grupos empresariales y comerciales del país opinaban y alzaban la voz sobre temas importantes, aunque no fueran de su sector; hoy, a duras penas vigilan el propio.
Con este poder, el presidente de la república está capacitado para crear y destruir sin problemas con solo abrir la boca. Y dentro de estas facultades, desde el inicio de su sexenio, ha logrado resucitar la carrera política de decenas de personajes otrora despreciables y apestados, de quienes incluso él mismo AMLO habló mal y llegó a pedir sus cabezas.
Tal es el caso de Javier Corral, el exgobernador de Chihuahua, quien, a unos días de convertirse en senador, fue salvado por el lacayo morenista Ulises Lara de una manera por demás arbitraria e ilegal, al intervenir contra una orden de detención girada por la Fiscalía General del Estado de Chihuahua.
Esta afrenta ha dejado sumamente dolida a la ciudadanía de ese estado del norte, pero también habla de la horrible situación que se avecina para el sistema de justicia de nuestro país, con un manejo totalmente parcial dictado por el poder político, como lo desea el Peje y su cuarta transformación. Es decir, que dentro de las filas de Morena, los individuos podrán cometer cualquier delito o crimen sin ser acusados ni juzgados.
Esto se observa, por ejemplo, con el recientemente señalado gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, o con personajes que eran totalmente repudiados en todos los niveles políticos y en todos los partidos, como Manuel Bartlett. Ni qué decir de los corruptos que se destaparon durante su sexenio, como Ana Gabriela Guevara o Ignacio Ovalle.
Incluso elementos de otros partidos señalados por corrupción, como el exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco, quien obtuvo con su gracia presidencial el permiso de alcanzar un fuero que lo protegiera en el fuero de una senaduría antes de ser perseguido. Claro, esto llevó a que el Partido Verde se alineara servilmente al movimiento de la cuarta transformación.
López Obrador mismo acusó a Javier Corral en su momento, y hoy lo recibe en sus brazos amorosos para que también alcance su fuero y se libre de la justicia. Las voces enardecidas son pocas y no tienen oídos que respondan a su clamor.
Se ha cometido, una vez más, un acto de impunidad bajo la siniestra capa del antidemocrático, demagógico y adoctrinado movimiento que hoy gobierna con cada vez más fuerza e impunidad a nuestro país. Este monero no se atreve a imaginar hacia dónde va un país en el que la justicia se queda manca, además de ciega y amordazada, servilmente sometida a un movimiento político populista, a los caprichos y designios de un solo ser humano tan falible como cualquiera. Ahora sí, la que nos espera…