Trump o Kamala, ¿quién nos conviene?
Sin duda resulta saludable el buen humor de un jefe de Estado, como López Obrador.
Sin duda que el presidente mexicano tiene mucho de qué reír, sobre todo porque su gobierno tiene mucho de caricatura.
Sin embargo, resulta cuestionable la risa presidencial cuando parece una burla de las responsabilidades de Obrador, en tanto jefe del Estado mexicano.
Y ese fue el caso de los “memes” sobre “la rifa” del avión presidencial, por un lado, y la exigencia de que el propio presidente reciba a la Caravana por la Paz, en Palacio Nacional, presidida por Javier Sicilia y Julián LeBaron.
Los dos eventos provocaron la carcajada presidencial cuando, en el fondo, no hay motivo de risa en ninguno de los dos temas.
En el primer caso, la eventual “rifa” del avión presidencial no sólo es un grosero despropósito sino un engaño a todos los mexicanos.
¿Por qué?
Porque el avión presidencial no pertenece al gobierno de México y menos al presidente: porque la supuesta rifa a un particular no es más que parte del circo mediático de un irresponsable –como López Obrador–, que sólo busca desviar la atención de los graves y crecientes problemas nacionales.
Y en el segundo caso, el de negarse a recibir en Palacio a la Caravana por la Paz, dizque para no lastimar la investidura presidencial, lo cierto es que se trata de una acción que muestra, por lo menos, la irresponsabilidad e insensibilidad del presidente, si no es que hasta cobardía.
¿Por qué?
Porque a querer o no, la mayor deuda presidencial con los mexicanos es precisamente con las víctimas de la violencia, con las familias de los desaparecidos, con los ciudadanos que han perdido un ser querido, sea de manera violenta, sea en un secuestro, un feminicidio, un asalto o un robo.
Y es que no es novedad que todos los días mueren, de manera violenta, hasta cien mexicanos, en todo el país; cifra que no tiene nada de risible y si mucho de cuestionable.
Tampoco es nuevo que en 14 meses del gobierno de Obrador, es de escándalo la cifra de muertos a causa de la violencia, con más de 40 mil vidas perdidas; más que en algunas guerras convencionales y que ha dejado a miles de huérfanos y viudas en todo el territorio nacional. ¿Eso es de risa?
Y tampoco es secreto que, como nunca, empresarios y comerciantes de todo el país enfrentan a diario la presión, el chantaje y la violencia de los extorsionadores que exigen cobro de piso. Y si los empresarios y comerciantes se niegan, sus empresas y negocios son quemados como venganza ejemplar. ¿Es de risa esa violencia criminal?
Peor aún –por si hiciera falta–, todos conocen la crueldad de las historias de niños y viejos que han sido abandonados a su suerte luego de la cancelación de los servicios básicos de salud y que, de manera irremediable, los llevará a la muerte.
Ninguna de esas miles de tragedias pueden ser ignoradas por el presidente y menos son motivo de risa; son una deuda que no ha cumplido, como prometió, el presidente mexicano.
Lo nuevo, en todos esos casos, es que el presidente mexicano no sólo parece insensible a la tragedia social que todos los días provoca la incompetencia de su gobierno sino que claramente ya no le preocupan las víctimas de la violencia.
¿De qué se ríe, presidente, le preguntan en redes a López Obrador, ante el fracaso total de su gobierno?
La realidad, sin embargo, tiene otros datos.
Y es que el huésped de Palacio parece haber rebasado el umbral de la insensibilidad para llegar a una peligrosa irresponsabilidad cuando se niega a atender los básicos de su competencia y escapa por la puerta falsa del supuesto respeto a la investidura presidencial.
Y es que con el argumento de no lesionar la investidura presidencial, López Obrador se negó a recibir en Palacio Nacional a Javier Sicilia y Julián LeBaron, cabezas de la Caravana por la Paz y a favor de los desaparecidos a causa de la violencia criminal.
¿Realmente significa un desdoro a la investidura presidencial recibir en el Palacio de los mexicanos a ciudadanos preocupados por la violencia?
¿No será que asistimos a la cobardía presidencial?
¡El que ríe al ultimo, presidente, ríe mejor!
Al tiempo.