Trump, ¡uy que miedo!
Hoy por hoy, no hay nadie tan visible en la 4T (ni en el país) como Marcelo Ebrard Casaubon. Claro, con la excepción de su jefe, el protagónico presidente Andrés Manuel López Obrador, por quien Ebrard se ha sacrificado dos veces y, en caso que no haya finalmente un intento de reelección, peleará fuerte por la candidatura presidencial en las elecciones de 2024.
Ese año luce lejano y accidentado. Pero en once meses de gobierno, día tras día, hubo fuegos por apagar y, ¿quién es el superbombero? Sí, Ebrard, el hombre fuerte del tabasqueño, en quien se decanta al terminar el día para sacar adelante las crisis.
López Obrador no pudo apoyarse en la imagen de Ebrard y su operatividad en el caso Ovidio Guzmán, porque el problema recayó en el Gabinete de Seguridad y ya Ebrard había sido señalado de suplir, de cierta manera, las funciones de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, con la puesta en marcha de la Guardia Nacional, de eminente política interna, no política exterior, papel que corresponde al canciller mexicano.
Pero al surgir la tragedia LeBarón, López Obrador no dudó en echar mano de Ebrard para que saliera a dar la cara e inclusive se le viera en Bavispe, para dejar en claro, quién estaba a cargo de resolver esa crisis. Ebrard, diplomático -pero claridoso- como es, logró poner a la GN en las fronteras y permitir la entrada del FBI, sin que esto representara mayor problema.
Y ahora, con la llegada del presidente boliviano Evo Morales como asilado político de México, Ebrard volvió a surgir y tiene en sus manos un nuevo escalón al 2024, el tercero, si se consideran a la GN y LeBarón como los dos primeros.
Mucho dependerá de los resultados, pero en la memoria colectiva resuena el nombre del secretario de Relaciones Exteriores, un hombre que acompaña a López Obrador desde hace años en su carrera política y se ha sacrificado por él, tanto para que fuera jefe de Gobierno de la Ciudad de México y luego Presidente.
El primer pago ya está hecho, López Obrador fue quien lo rescató cuando, como secretario de Seguridad Pública de la capital del país, Ebrard tuvo su propia crisis con dos policías federales linchados en la otrora delegación Tláhuac mientras él estaba encerrado con un periodista para reclamarle cierta información.
López Obrador tuvo que admitir, en ese entonces, que el expresidente Vicente Fox podría cesar a Ebrard porque en ese momento la CDMX no era un estado y dependía de la Federación, pero a los pocos meses lo hizo secretario de Desarrollo Social, una facultad suya como gobernante de la capital del país y lo hizo candidato.
Ebrard pudo ser jefe de Gobierno y en el pináculo de su popularidad, las encuestas lo colocaban como fuerte aspirante presidencial del PRD, pero López Obrador no estaba dispuesto a que lo dieran por muerto -aunque lo dijo miles de veces- e impuso su candidatura, la segunda, que perdió por mayor margen con Enrique Peña Nieto, a diferencia del duelo cerrado con Felipe Calderón.
El canciller está fuerte y con Evo Morales como vitrina, se dará a conocer en todo el mundo y los medios de comunicación.
Vaya desventaja para los demás suspirantes, cuando además saben que en Morena mandará el dedazo presidencial al momento de elegir a un sucesor.