Ironía
El primer mandatario Andrés Manuel López Obrador tiene en las conferencias mañaneras no un ejercicio real de rendición de cuentas (las preguntas a modo y las largas respuestas no abonan a ello) pero si un “escudo protector” ante los cuestionamientos a sus modos de gobernar por parte de sus adversarios políticos, al imponer agenda diaria de los temas que más le convenga difundir al político de origen macuspano.
Las encuestas meses atrás y, principalmente en los momentos más críticos de la Covid 19 en México, reflejaban una caída de la popularidad del Presidente ante los miles y miles de muertos por la pandemia, la crisis económica, la inseguridad y continuación de homicidios dolosos a la alza, feminicidios que han provocado marchas violentas, pérdida de empleos, y otros factores que tienen a la mayoría de los mexicanos en la lona.
Empero, sorprendentemente, y a pesar que el panorama no es mejor que desde finales de marzo, inicio del confinamiento social para evitar contagios y saturación hospitalaria, las encuestas muestran una mejoría de la aprobación por AMLO.
Diversos factores han contribuido sin duda a ese repunte pero, principalmente, el poder de las mañaneras al imponer la agenda pública, lleva la delantera: la no rifa del avión y el juicio popular a los expresidentes, más la forma de exponer los casos por parte de AMLO (pausado, con picardía y con aparente honestidad intelectual) hacen que el pueblo se identifique con el político tabasqueño como si aún estuviera en campaña electoral, aunque al ciudadano aun lo sigan asaltando, tenga poco o de plano no tenga dinero en el bolsillo y no encuentre oportunidades de trabajo.
México no es EE. UU., en donde el sólo hecho de no tener un Presidente que ayude a crecer a la economía doméstica es motivo suficiente para sacarlo de la Casa Blanca; allá no importan más las palabras que el bolsillo del estadounidense. Acá el sólo hecho de condenar el pasado y posicionarse diario en los medios de comunicación resulta muy productivo en las encuestas. Acá, con consultas populares pensamos que realmente estamos decidiendo los destinos de la Nación. Craso error de interpretación.
No sé si AMLO será el presidente más importante de la historia o uno de los top ten; no sé si realmente este gobierno será de cuarta transformación como nos cacarean diario desde Palacio Nacional; no sé si se terminará por completo la corrupción de los funcionarios federales, fundamentalmente de las altas esferas, lo que sí sé es que la capacidad de comunicación del Presidente le da para mantenerse en el gusto de la gente, pese a todos los problemas del día a día del mexicano de a pie.
Lo que sé también es que es más poderoso un mensaje dado desde la palestra presidencial que todos los pronósticos pesimistas de especialistas en economía que hablan de un retroceso de nivel de vida de los mexicanos, más pobreza, caída del PIB per cápita en este sexenio y un gobierno que prácticamente no crecerá en promedio más que los “satanizados” gobiernos neoliberales, es decir, lo que se viene comentando semanas atrás: sexenio perdido en materia económica.