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Oposición no regatea la unidad nacional ante llegada de Trump
La humanidad se enfrenta a un nuevo reto. Con la llegada de la época álgida del invierno, con todos los factores que incrementan la peligrosidad de la ya de por sí aterrorizante pandemia, cada uno de los individuos que forman la colectividad, debe crecer no solo en su capacidad única y personal, sino en las habilidades y prácticas preventivas que involucran a otros seres humanos, la teoría de la inmunidad de la manada no es nada sin una conciencia colectiva pulsante en nuestros círculos. La familia se hace fuerte por el individuo inteligente y resiliente, la comunidad se hace fuerte por la familia unida y vigilante, la humanidad se vuelve mejor por cada comunidad exitosa.
En estos aciagos días parece que la derrota es el resultado común de cada crisis en cualquier proporción y escala. Las esperanzas llevan nombres de farmacéuticas, la lucha lleva un cubrebocas y se viste con bata blanca o cofia, el dulce sueño de la victoria se mira desde un hogar resistiendo y aguantando. Nadie ve la luz que indique el final del túnel, es ocioso. Los profetas dudan, los gobiernos mienten.
Quienes estamos hoy vivos, tuvimos un curso intensivo para sobrevivir la catástrofe, ya nadie duda de usar cubrebocas, todos sabemos dónde encontrar gel a la mano, o lavamos nuestras manos, mantenemos las distancias, dejamos de dudar de la veracidad del peligro, aún no dominamos el monstruo, pero ya lo podemos mirar a los ojos. Sabemos controlar los tercos impulsos y las viejas costumbres que tal vez ya no volverán.
Pero una prueba más nos falta, en una época en que se conjugan los virus estacionales, el clima poco benigno y las tradiciones festivas, podemos perder una importante batalla. Es hora de hacer más fuerte nuestra posición duramente alcanzada. Pensando en cada uno de los cien mil muertos nacionales o el millón global, por cada uno de los que cayeron, debemos redoblar esfuerzos. El enemigo son nuestras debilidades, nuestros vicios, nuestras dudas, nuestra necedad. Debemos demostrar que estamos preparados a resistir la inercia de los años aceptando la emergente situación histórica sobre la que algún abuelo del futuro le dirá a su nieto: “Un día no hubo navidad… al menos no como la acostumbrábamos antes, un día decidimos que la vida era más importante que nuestros placeres y nuestras costumbres, un día convertimos las grandes virtudes que alguna vez sonaron a publicidad ligera, en verdaderas armas para convertir la salud en nuestra bandera”.