
Los niños que fuimos
Ha trascendido esta semana qué el gobierno federal está dispuesto a cancelar 35 Normas Oficiales Mexicanas (NOM) administradas por la Secretaría de Salud. Esta arbitrariedad proviene de su permanente estado de incompetencia en el cual, incapaces de responder a las leyes, prefieren derogarlas o destruirlas. Estas treinta y cinco NOM (32 ya funcionando y tres en proyecto), son logros de nuestro país en materia de salud. Obligan al Estado a vigilar, prevenir, diagnosticar, detectar, proveer tratamiento, observación epidemiológica, apoyo, control, etc., de diferentes padecimientos, tales como el cáncer de mama, cervicouterino o de próstata, diabetes mellitus, atención a la lactancia materna, apoyo médico hospitalario, atención a niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo y vulnerabilidad, entre muchas otras más.
Pero el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no se inmuta ante la tragedia ni la responsabilidad de la salud pública, ha sido acusado continuamente de mala praxis administrativa durante todo el sexenio. Esto se ve claramente en la pésima atención de la pandemia global en nuestro país, sobre la cual se calcula un monto total de al menos el doble de muertes que lo que el propio gobierno reporta, y el abandono de poblaciones vulnerables, tales como niños y mujeres con cáncer.
Es increíble que en algún momento al principio de la pandemia, en 2020, creyeran que con colocar a un médico con cierto carisma podrían aplacar las voces de quienes, siendo enfermos y moribundos, nos enfrentábamos a un grave problema. El nombramiento de Hugo López-Gatell, como subsecretario encargado del problema de la pandemia, derivó en un bodrio terrible en el que se enquistó la voluntad de su majestad, el Peje, y no quiso hacer ningún cambio, ni de estrategias ni de personal, a pesar de lo que era evidente: la incompetencia, la insensatez y la testaruda marcha de acciones muy lejanas a lo que la lógica y el consenso mundial científico hubieran sugerido para nuestro país.
Como no pueden cumplir con estas normas oficiales que los obligan a hacer lo mejor para el país, prefieren derogarlas, sugiriendo que no es problema del Estado todas esas enfermedades y padecimientos de nuestro pueblo.
Ahora sí que el Doctor Muerte se está ganando su mote a pulso y será recordado con infamia y denuedo por la historia al hundirse junto con el payaso monárquico que habita el Palacio Nacional y que él ha engrandecido como a un superhumano en público. ¡Oh no, Huguito, jamás te perdonaremos lo del «escudo moral»! ¡Maldito charlatán de cuarta!