Libros de ayer y hoy
El poder del Presidente Andrés Manuel López Obrador está a punto de volverse absoluto. O tal vez ya lo es y hemos reaccionado tarde. Si no aparece pronto alguien que ejerza un contrapeso la misma 4T pudiera estar en riesgo.
Los contrapesos son necesarios. Dan una visión panorámica del poder, ayudan a despejar dudas y a asegurar la toma de decisiones. E invitan a la reflexión para cualquiera que se ha hecho con el control de un gobierno como López Obrador. Con una desmesurada aprobación popular y el dominio de las Cámaras, el riesgo para todos los involucrados (incluyéndonos a nosotros, los ciudadanos de a pie) es latente. Si no hay quien señale de forma puntual el quehacer del Presidente, éste corre el riesgo de perder el piso y a la larga el control del proyecto de fondo.
El riesgo no es necesariamente inminente, pero es posible. Todavía no hay señales de que la 4T vaya mal, al contrario, la expectativa crece con cada decisión que toma, o más bien anuncia, el Gobierno de México.
El país necesita con urgencia un movimiento opositor real. Sin embargo, las opciones que se han presentado hasta ahora son lamentables por donde se les vea. Son un chiste de sí mismas. Carentes de credibilidad. Perfiles desgastados por una antigua forma de hacer política hoy aniquilada. Todo lo que ellos digan es descartado automáticamente, porque cuando tuvieron la oportunidad de tomar acción, es decir, en las largas décadas que estuvieron en el poder, no lo aprovecharon como ahora quisieran hacerlo.
En México no existe la oposición. Los perfiles opositores están noqueados, sin argumentos ni autoridad moral que les fortalezca. No tienen los arrestos necesarios para hacer frente a un Presidente tan poderoso. Andrés Manuel es Gobierno y Oposición, algo como si el día y la noche operaran en una misma naturaleza. Y ese es precisamente el gran riesgo de México.