Llegará Estado de silencio a Netflix este jueves
Al ritmo que vamos, y no habrá otro, el país se irá empobreciendo con menos inversión, crecimiento casi nulo y caída en la generación de empleos.
Decenas de millones de mexicanos que dependen de los “programas sociales” del gobierno serán la base electoral para sostener a Morena en el poder.
Así, como dijo el presidente, no tiene mucha ciencia gobernar.
Un crecimiento cercano a cero cualquiera lo logra.
En un video, López Obrador mostró la industria con la cual se siente a gusto: un campesino que tiene un trapiche que funciona con un caballo que da vueltas y sale jugo de caña de azúcar.
“Esto es la auténtica economía popular”, exclama el presidente.
México va hacia abajo, lo dicen todos los indicadores. No hay manera de revertir el deterioro.
Y el gobierno no perderá una elección porque usa el presupuesto para tener clientela cautiva y no para generar crecimiento.
A López Obrador no le gustan las evidencias, como le dijo Carlos Urzúa en su carta de renuncia a la secretaría de Hacienda.
Y las evidencias dicen que la economía está prácticamente parada por malas decisiones suyas.
El Fondo Monetario Internacional estima un crecimiento de 0.9 por ciento para este año en México, y ya vimos la respuesta del presidente al FMI: insultos. Discúlpense.
Citibanamex, que poco antes de iniciar el gobierno de AMLO estimaba un crecimiento económico por arriba del dos por ciento para 2019, ahora lo rebajó a 0.2 por ciento.
El Índice Global de Actividad Económica de mayo, dado a conocer el viernes por el INEGI, nos muestra una contracción de 0.3 por ciento.
Tras publicarse estos datos, el banco JP Morgan, uno de los más grandes del mundo, consideró que la recesión técnica en México es inevitable.
Mayo registró un crecimiento negativo comparado con mayo del año anterior: -0.3 por ciento, dice el INEGI.
Esperemos que López Obrador no quiera desaparecer el INEGI después de esas cifras, como quiere desaparecer el Coneval para no ver las evidencias de su combate a la pobreza.
Lo que más llama la atención es que la economía de Estados Unidos crece: el FMI le subió el estimado a 2.6 por ciento, y a México se lo rebajó a 0.9.
Ya no vamos de la mano con la economía de Estados Unidos cuando a ese país le va bien. Eso se rompió en estos siete meses. Pero sí tendremos pulmonía cuando le vaya mal.
En su defensa, López Obrador echa mano de su discurso de alumno reprobado en economía: “convoco a los del FMI, a los expertos, a los tecnócratas, a los nostálgicos del neoliberalismo a que veamos si es lo mismo crecimiento que desarrollo”.
Para que haya desarrollo tiene que haber crecimiento.
Salvo que el presidente piense que el caballo que da vueltas a la palangana del trapiche es desarrollo.
El diagnóstico de Citibanamex es demoledor: México se encuentra en un estancamiento económico “sin rebote”, por factores locales.
“Sin rebote” quiere decir que permanecemos en el piso en cuanto a crecimiento económico se refiere, por largo tiempo.
Y si no hay crecimiento tampoco habrá desarrollo, en el sentido que le quiera dar el presidente. Salvo el caballo del trapiche.
“Factores locales” quiere decir malas decisiones que rompen la confianza de quienes tienen que invertir.
Esto es, entre otras cosas, destruir contratos ya firmados en gasoductos terminados.
Destruir un aeropuerto de primera calidad con todo y contratos y obras en marcha.
Destruir las asociaciones de Pemex con empresas privadas (farmouts).
Gastar miles de millones de dólares en construir una refinería sin viabilidad financiera.
Presentar un plan de negocios para Pemex que no convence a las calificadoras y que le va a quitar dinero al presupuesto en lugar de inyectarle.
Lo dice Citibanamex: “Efectivamente, parecería que el débil crecimiento está aquí para quedarse. Las razones delineadas sugieren que este podría ser un periodo prolongado de crecimiento débil”.
Esto se da, dice Citi, sin un choque económico externo significativo ni importantes desbalances financieros que requieran autocorrección.
Malas decisiones y olvidémonos ya de que se van a corregir.
El presidente no toma en cuenta las evidencias porque el futuro que le gusta para México es el del caballo del trapiche: “la auténtica economía popular”.