Preparativos para una amenaza llamada Trump
Circula en redes texto atribuido a Einstein: “La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque trae progresos… nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar “superado”… La verdadera crisis es de la incompetencia… Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina… Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno… Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.
Crisis, según su etimología, es acción juzgadora; enjuiciamiento de la realidad a través de los hechos mismos; mutación en una enfermedad, ya para mejorarse, ya para agravarse el enfermo. Por tanto, crisis es un concepto que conlleva un juicio de valor. Y si uno tiene intención de proponer remedios a la crisis –sanitaria, económica, política, internacional- necesitamos puntos de referencia indispensables: verdades científicas, matemáticas, económicas, filosóficas, y valores de la persona humana y de la historia de la humanidad. Esas verdades son piedra angular.
La crisis es una dimensión permanente de la vida humana y al mismo tiempo variable. Todos tenemos experiencias de crisis: de adolescencia, matrimonial, vocacional, de salud (de sistemas respiratorio, digestivo), etc. No todas las crisis tienen ni la misma intensidad ni las mismas consecuencias. Como para los individuos, las naciones tampoco pueden impunemente optar por tal o cual modelo o programa de gobierno o política en salud, economía, política, o educación, porque las decisiones adoptadas en contra de las profundas exigencias del ser personal o nacional encuentran una rectificación o venganza o enjuiciamiento en los resultados reales de la acción: crisis. Experiencias de crisis evidencian que nuestros actos nos siguen, y como no da lo mismo uno u otro tipo de pensamiento, de decisión y de acción, al influir mediante los cambios reales que producimos en el mundo, establecemos líneas de acción que provocarán a su vez consecuencias. (A adictos cuesta ver consecuencias de sus actos: “El adicto”, Carlos Elizondo, sobre AMLO).
En nuestra vida somos sujetos de crisis porque es posible que nuestros procesos de desarrollo lleguen o no lleguen a su fin. Cuando cada uno de nosotros con plena conciencia, en libertad, piensa y juzga su proceso de desarrollo en cualquier aspecto (físico, intelectual) decide si va a llegar al fin que le corresponde o si no lo alcanzará. No puede darse crisis si no hay un sujeto individual o colectivo que se desarrolla, donde hay un punto de partida respecto del cual alguien arranca para desarrollarse, y un punto de llegada, que al lograrse constituye la plenitud del que se desarrolla. Desarrollo lleva implícita la noción de que se actualizan las capacidades, que puede ser para mejorar o para empeorar, como a todos consta. Cada uno en su vida tiene básicamente la posibilidad de dejar huella con las mismas características que cada uno somos o tenemos. Y así, el cuestionario fundamental del hombre en el mundo es condición de posibilidad para el planteamiento de sus crisis. ¿Qué soy?¿De dónde vengo? ¿A dónde voy, por dónde, con quién? Últimos por qué son condiciones sin las cuales no se puede hablar de crisis.
Para superar la crisis actual requerimos, primero, criterios de verdad: debe ser la realidad juzgada tal como ella es. Puede la realidad ir contra sentimientos, gustos o intereses, sin embargo, es verdad lo que pienso si digo que los seres (realidad) son como son y no como no son. Esta es piedra angular del desarrollo intelectual y moral, básica para luchar contra las crisis. Si la verdad no es conformidad del pensamiento con la realidad, no es factible la preocupación por la crisis. El actual relativismo del gobierno en salud como en economía y seguridad agravará las crisis. No parte de evidencias de ciencias de la salud (sí de estampitas y fetiches), ni de modelos matemáticos, ni de exigencias de finanzas públicas anticrisis (todo reloj anda bien con tal de que no lo comparen con otro, cada quien es semáforo de sí mismo), destruye piedra angular de solución y así vendrá venganza en los resultados reales. Urge respuesta política racional basada en la ciencia y en valores humanos y de la historia: evitar negar la realidad. Pedagogía educativa: sano realismo.