
Rosa Icela lleva condolencias a nombre del pueblo y gobierno de México
El encuentro del presidente López Obrador con la realidad ha sido rudo e ingrato. Decir después de tres años que se han sentado las bases para la cuarta transformación del país es eufemismo para reconocer que no se lograron los cambios que se pretendían; eran muchas y grandes las pretensiones. No sólo no se avanzó, sino que en los temas más relevantes hay retroceso.
Se culpa a la pandemia y, ciertamente, dos años perdidos es mucho tiempo, pero el problema real está en la visión presidencial, en la forma y fondo de ejercer el poder y en el programa lopezobradorista. Para muchos son suficientes las intenciones y la asumida voluntad del presidente para mejorar al país, pero la historia no la hace ni ésta ni aquellas; son los resultados, buenos, malos o regulares.
La desesperación presidencial tiene al menos tres planos: el ético, el de los cambios institucionales y el de la continuidad del proyecto, lo que remite a la sucesión al interior del grupo gobernante y a la elección constitucional de 2024.
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