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Rómulo, baja colateral en la pugna de Américo y Cabeza de Vaca
“Nunca tengas miedo de alzar la voz por la honestidad, la verdad y la compasión contra la injusticia, la mentira y la codicia. Si la gente de todo el mundo hiciera esto cambiaría la tierra”.
William Faulkner.
La justicia social es la diferencia entre la caridad condescendiente y un enfoque sólido del desarrollo y el bienestar de todas las personas basado en los derechos humanos. La justicia social efectiva transforma los actos altruistas en derechos justiciables, en particular en beneficio de los más vulnerables.
La búsqueda de la justicia social es tan antigua como la humanidad misma. Ha sido parte de la reflexión filosófica y el discurso político durante siglos y ha merecido la atención de algunas de las mentes más importantes de diversas culturas. Las concepciones de justicia social han guiado en general la transformación social, a veces conduciendo a resultados brillantes como el reconocimiento universal de los derechos humanos, que es el principio aceptado hoy para construir un mundo mejor.
La justicia social es un término ampliamente utilizado en el discurso académico, político y social; aunque no se suele definir con claridad. No obstante, la gravedad y la propagación de los males sociales actuales, que incluyen, entre otros, la pobreza global masiva, las desigualdades sociales generalizadas, la degradación ambiental insostenible, la violencia en todos sus tipos y modalidades, todos ellos acentuados por la pandemia de la COVID-19. Estos males sociales dejan en claro que la falta de equidad y las violaciones prolongadas de los derechos atacan los fundamentos reconocidos de la justicia. Muchas sociedades contemporáneas son generalmente vistas como sociedades injustas por una buena razón: lo que las personas ven como sus derechos legítimos, incluido el derecho a la vida, el más básico de todos los derechos, se violan a diario.
Los avances tecnológicos, la globalización, el crecimiento económico no pueden constituir avances si no llegan a los más vulnerables, que en muchos países constituyen la mayoría absoluta de las personas, especialmente las mujeres.
Evitar la muerte frente a la pandemia y, de cara a todas las formas de violencia, es también asignatura pendiente. Aquí hablamos no solamente de los más vulnerables sino de la generalidad de nuestras sociedades.
Los gobiernos no deben referirse a procesos que escapan a su control inmediato, como la recesión global, o abandonar sus responsabilidades para garantizar el bienestar de sus ciudadanos. Se debe abordar la pobreza, las desigualdades, la salud y las injusticias sociales dentro de los países, así como entre países, y esto requerirá abordar las asimetrías de poder y la reducción de los privilegios de los actores económicos y financieros globales. Las nuevas asociaciones mundiales deben basarse en los derechos, la negociación democrática y la provisión de bienes públicos mundiales.
Es deseable en cada país, es deseable entre países -en estrecha colaboración-, un accionar universal de justicia social basado en la solidaridad, la interdependencia, el respeto por la diversidad cultural, el logro de los objetivos sociales derivados de los procesos participativos, el desarrollo de mecanismos de rendición de cuentas y la plena conciencia de que nadie se salva solo. En nuestro mundo todos somos interdependientes.