
Los niños que fuimos
La jefa de Gobierno en la CDMX ha estado dándose de topes contra el muro, tanto el de sus redes sociales digitales como el de la realidad de tomar decisiones bajo un despropósito científico.
Hechos recientes han sido muestra de que, lo que podría ser una fortaleza, es debilidad y vulnerabilidad de los actos públicos desde su gobierno; es viso de la capacidad en el contexto de su pretendida postulación al 2024, pretensión estimulada desde el gran elector en Palacio Nacional.
Me refiero a dos asuntos.
Uno, el más sonado en la opinión pública, es relativo a la entrega de ivermectina, un medicamento de uso como desparasitante, incluido en paquetes de tratamiento a personas con resultado positivo a COVID19.
Vamos por partes; arranco con hechos verificados en la comunidad médica.
En los albores de la pandemia, con escaso conocimiento sobre este coronavirus y COVID19, bajo la superlativa preocupación en el sector médico para salvar vidas, se exploraron diferentes tratamientos, entre ellos el uso de ivermectina; algo similar sucedía en otros países.
La experiencia clínica mostró que el uso de ivermectina inducía mejora en el estado de salud de pacientes positivos, confirmados a COVID19; se corrió la voz en redes sociales digitales desde entonces, en un contexto de desabasto de medicamentos, la ivermectina escaseó por el pánico del contagio.
Además, en Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, hay una capacidad de asimilación e integración del conocimiento que se conoce como heurística, principalmente basada en experiencia y con defectos perfectibles por verificación de fenómenos entorno a un problema.
Imagine el escenario, preocupación y desconocimiento, tasa creciente en muertes por CIVD19, asunto preocupante como problema de salud pública; se empezó a usar la ivermectina como tratamiento por heurística, hasta ahí comprensible.
En CTI, la heurística da pistas de la investigación que debe seguirse para obtener resultados sistemáticamente reproducibles y entender los efectos que las intervenciones pueden traer; en salud es imperativa la definición de protocolos clínicos aprobados por un comité de bioética debidamente constituido y registrado (muchos hospitales tienen).
No sobra decir que un elemento imprescindible de cualquier protocolo clínico es la inclusión del consentimiento debidamente informado; la autorización bajo conocimiento de causa que otorgan quienes aceptan sujetarse a tratamiento alguno como alternativa y estudio sistemático.
La expectativa general de cualquier protocolo de investigación clínica es formular preguntas cuyas respuestas permitan un grado de predicción sobre los efectos y condiciones para que el tratamiento en cuestión sea utilizado.
Un protocolo con base en la CTI habría arrojado, además de un consentimiento informado, posible predicción sobre los efectos del fármaco, las condiciones de cuadros clínicos y contraindicaciones clínicas para el uso de ivermectina en positivos a COVID19; si la heurística lo sugería, la CTI habría confirmado y acotado su uso.
Luego de un par de años es inaceptable que no se tenga reportado un protocolo clínico para ello, mucho menos que exista un reporte falso de los resultados; ese que una casa editorial de publicación científica retiró, el mismo del cuál uno de los co-autores se ha deslindado y hasta disculpádose.
Claudia ostenta ufana la carrera científica, medianita debo decir, que tuvo en su pasado, cuenta con científicos en su equipo, como en la secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación de la CDMX, cuya titular fue directora de la facultad de ciencias en la UNAM.
La CTI no es fortaleza de Claudia, ¿cuál será, sólo el apoyo de Huey Tlatoani?, la respuesta está en veremos, el canciller distante de nombramiento en embajadas de México, el senador construyendo alianzas y cuidando su espalda mientras que desde gobernación construyen posibilidades.
El otro asunto es sobre autos eléctricos en la CDMX, de éste he solicitado información, ya se verá qué resulta verificable.