Economía en sentido contrario: Banamex
Si usted es millenial quizá no recuerde que el Virus de Inmunodeficiencia Humana, VIH, ocupó espacios noticiosos por mucho tiempo; cuando se halló asociado al Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida, SIDA.
Personas en generaciones previas lo recordarán. No había redes sociales y la telefonía móvil estaba en pañales, por decir lo menos.
Al tiempo, investigaciones biomédicas y clínicas dedujeron el medio de contacto: Por transmisión sexual. La estrategia principal de prevención, sexo seguro.
Largos tiempos de incubación son característicos del padecimiento. Sin cura una alarma social de nivel global fue detonada. Estrategias de prevención fueron intensificadas y algunos retrovirales desarrollados por vía de la Ciencia Tecnología e Innovación, CTI.
Aun sin cura, varios decenios después la alerta seguía, aunque los espacios noticiosos daban cabida a otros temas.
Hoy se da a conocer de un segundo caso curado; ya no solamente tratado, de personas infectadas con VIH.
La CTI sigue adelante y hallazgos muestran capacidades humanas para la solución de problemas este por medio.
Por su parte, el COVID-19, o coronavirus, parece ser de la misma familia que aquel que hizo fama mundial, hace poco, por cierto, al provocar el Síndrome Respiratorio Agudo Grave, SARS.
Los medios de infección, gotas líquidas en mucosidad. También ha habido estrategias de prevención: Lavarse las manos con mayor frecuencia, no saludar de mano sino es con el puño -en China ha habido videos promoviendo saludos de pie-, no tocarse el rostro.
Al igual que VIH, con el COVD-19 es que una gran diversidad de ideas, sin fundamento en CTI, son publicadas. Que, si un animal es el portador, cosa que puede ser; que, si hay una conspiración global, sin comentario de mi parte, etcétera.
En términos epidemiológicos VIH y COVID-19 no tienen factor común. VIH afecta el sistema Inmune, COVID-19 el respiratorio. VIH es de transmisión sexual, COVID-19 aérea. Infección por VIH es altamente mortal, por COVID-19 menos mortal la influenza estacional.
Hay diferencias sustantivas incluso en los impactos.
El VIH desató una feroz discriminación social ya que, inicialmente se presumía, equivocadamente, una correlación con sectores y personas de una preferencia sexual determinada. La CTI demostró que cualquier humana o humano puede padecer SIDA.
La CTI también logró derivar pruebas para distinguir entre enfermos de SIDA y portadores de VIH; es decir, quiénes ya manifestaron síntomas y signos o quiénes no. Además, los sanados de infección por VIH, al momento se han reportado dos, son consecuencia de decenios de investigación en CTI. Lo retrovirales también lo son.
La discriminación resultó, a la postre, en una apertura social a las distintas preferencias sexuales.
El COVID-19 tiene otros efectos, el mayor hasta ahora es el económico –que dicho sea de paso esboza escenarios complicados para México dada la combinación por pugna relativa a petrolíferos-.
Si bien, ahora se sabe que COVID-19 es de baja mortalidad, la tasa de infección es altísima, mucho mayor al virus H1N1 o cualquier otro que provoque SARS.
De ahí que naciones enteras han decidido, por prevención global, cerrar sus fronteras y la alerta es mundial.
El razonamiento es: Aunque la mortalidad es baja si el porcentaje de infectados el alto entonces el número de muertes puede ser enorme.
La CTI hallará soluciones, no hay duda de ello. La duda es si en México se entiende esto.
El discurso reciente, desde una bella edificación frente al zócalo de la CDMX, implica que ha habido abuso de las grandes farmacéuticas globales.
Entonces invirtamos en CTI para que esa dependencia se atenúe y desvanezca. Si lo hacemos ahora, no tendremos una estructura sólida sino hasta dentro de algunos lustros; ¿qué esperan?
En el tema CTI, los efectos de la desatención pública no se verán este sexenio. Serán de alto impacto y larga duración. De largo plazo.
De aquí que, si bien hay urgencias por resolver como en salud, violencia, recesión económica, creación de infraestructura, mejora educativa básica y mucho más; las soluciones sólo proveerán sostenibilidad de largo plazo con CTI madura y propositiva. No hay otra.
Lo insospechado es que la CTI puede no solo generar riqueza al penetrar mercados con productos sorprendentes; sino que, además, podrá ofrecer blindaje económico ante eventos como la altísima tasa de infección por coronavirus.
A la postre, resultará que invertir en CTI será una consideración económica incluida por calificadoras de inversión globales en sus indicadores.
Ya lo incluye la OCDE, pero sólo es informativo; de ahí, en parte, la baja atención pública.
Ahora bien, no sólo el estado es responsable, aunque sí obligado por la carta magna, también están las acciones de empresarios desinteresados por la CTI; cuando sus competidores, a quienes les compran tecnología, sí la hacen.