Libros de ayer y hoy
En diferentes épocas la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, ha traído de satisfactores a la sociedad.
Electricidad, automotores, ciclo de frío (llamado ciclo de Carnot), aviones, internet, computación e informática se enlistan como productos de CTI asimilados en nuestra vida diaria; tal que incluso implican normas e impuestos.
Por ejemplo, el uso de vehículos automotores, ya combustión ya eléctricos u otro, han impulsado normas para garantizar la seguridad en mas de un aspecto; la seguridad pública mediante la matricula o registro vehicular o la integridad física de ocupantes del automotor por exigentes pruebas durante impactos, volcaduras e incendios, etcétera.
Lo mismo la distribución eléctrica, parece transparente, pero se deben cumplir varios requisitos para obtener una instalación domiciliaria de forma legal; como que haya un número catastral en el inmueble a electrificar o que existan elementos de seguridad eléctrica si el uso es comercial.
Es decir, la CTI ha impactado legislación y normatividad en diferentes áreas; incluso, cuando el producto de CTI tiene esos alcances, las normas llegan a ser internacionales, como es el caso de internet.
Pues resulta que la aeronáutica no es la excepción, donde, como es de esperarse, sus normas tienen alcance mas allá de las fronteras de algún país; sobre todo en el caso de vuelos internacionales.
El incumplimiento de tales normas trae consigo amonestaciones e impactos socio-económicos; el descuido a la CTI se empareja con el retraso social en más de un sentido, aunque, más grave aún, incluso con accidentes que cuestan vidas.
En este sentido ha habido señales claras en incidentes en Laguna Verde, la planta nucleoeléctrica mexicana ubicada en el estado de Veracruz, también los medios han reportado, muy quietamente, incidentes aéreos en espacio circundante a los aeropuertos alrededor de la CDMX.
De Laguna Verde las autoridades han hecho mutis, se dice que todo está bajo control; es deseable que así sea y no sucedan eventos mayúsculos, pero la falta de mantenimiento en medios de transporte masivo, que se han hecho evidentes en la CDMX, invocan una grandísima preocupación en este tema.
Debido al enorme impacto negativo en vidas, poblaciones, medio ambientes y los gravísimos efectos ecológicos, se requieren auditorias oportunas, serias y autónomas que garanticen la seguridad en la nucleoeléctrica.
El tema viene a colación debido a que recientemente, con también acallados incidentes aéreos, la calificación a México en materia de seguridad aérea ha sido disminuida; incidentes, aun no accidentes.
Es un primer aviso; sobre todo ya que México tiene intercambio importante con el país que ha bajado tal calificación; EUA.
Las pandemicamente vapuleadas aerolíneas sufrirán pues estarán en el ojo del huracán, pero la economía mexicana también se puede ver afectada.
Siempre hay oportunidades para otros aeropuertos como el Miguel Hidalgo y Costilla, cerca de Guadalajara, o el Mariano Escobedo, en la zona metropolitana de Monterrey; empero, dado el pesado centralismo administrativo, la CDMX es vital.
Luego, como en otras áreas, la participación de profesionales de la CTI incrementa la competitividad; incluida supervisión y propuesta de normatividad tanto como la defensa de los intereses nacionales.
Ya una sanción al aguacate mexicano se resolvió a favor de México al incluir conocimiento nacional en el litigio; sólo es un ejemplo.
Entre otros efectos adversos, es lamentable que la administración federal actual tenga tan descuidada a la CTI mexicana, sin operación, inversión ni nada mas; al grado que la comunidad teme que no sea descuido, sino una estrategia para borrarla del mapa.
Por su parte, las autoridades estatales tampoco cantan mal las rancheras; podrán creer que la CTI es lujo, antes en la fila hay necesidades como seguridad pública, caminos, agua, sanidad y mas.
Craso error, la CTI ofrece soluciones a esas y más necesidades; faltan programas pensados, estructurados y ejecutados para que así sea.