El peor enemigo de Nahle es Nahle
Los actos del CONACYT han cambiado el rumbo construido por 5 decenios en México, luego de la institucionalización de la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI; pero mas si consideramos los incipientes esfuerzos de quienes exploraron el conocimiento y la tecnología previo a la década de 1970.
Ufana, la Directora General del CONACYT asevera que es la transformación de las políticas públicas para la CTI.
Una transformación, en estricto sentido, no siempre es progresista; algunas transformaciones son mutaciones involutivas y no desarrollo evolutivo.
Como concepto, una evolución se asocia a las transformaciones sucesivas que permiten el reforzamiento del ente desenvuelto para perseverar y resistir ante un entorno desfavorable o adverso; una involución se asocia mas con un retroceso.
Un concepto adicional y complementario emana de una subdisciplina de matemáticas y sus aplicaciones, la deriva es un objeto o acto que modifica la dinámica (trayecto temporal) de un sistema, algunas veces la destruye, mientras que el diccionario del Español dicta, al menos, las siguientes dos acepciones para deriva:
1. f. Variación lenta y continua de una propiedad que puede ser medida respecto de un valor, dirección o punto preestablecido; y
2. f. Evolución que se produce en una determinada dirección, especialmente si ésta se considera negativa. Por ejemplo, la deriva burocrática del régimen.
Así tenemos dos conceptos en esta entrega, uno es involución y el otro es deriva.
¿Qué tienen esos dos conceptos en relación al CONACYT actual?, me explico.
La cuatroteísta involución en CTI es indubitable ante la evidente pléyade de contradicciones y desdichas -documentadas con hechos y no con datos psicofabricados-, en reglamentos, convocatorias y actos de autoridad por CONACYT.
La realidad muestra a un CONACYT excluyente y dedicado a satisfacer designios palaciegos con pretensiones políticas que han sido fallidas a todas luces.
La descapitalización resultante de la extinción de fideicomisos combinada con nulo incremento presupuestal –lo que significa reducción presupuestaria en términos reales-, ha ahorcado las posibilidades de financiamiento público.
A lo anterior se añade la negligente actuación para promover e incentivar la inversión privada; aunque al reflexionar detenidamente, no es sólo por negligencia, sino actos por ignorancia y resentimiento, ninguna de las tres palabras es admisible en el servicio público.
De por sí la cultura empresarial no tiene en su horizonte a la CTI, sin políticas públicas al respecto se destina prácticamente a la ausencia del recurso privado.
Del escaso recurso público mexicano, la operación en este sexenio ha significado ministraciones tardías a proyectos y convocatorias con fechas ficticias recurrentes, lo cual arriesga a personas y sus productos de trabajo en CTI.
Luego entonces, casi sin recurso público y mal operado tanto como ausencia de políticas para la inversión privada, lo que resta es deriva involucionista, o ¿con qué recurso creen que se opera la CTI? … Si no es magia de chamán.
Lo anterior afecta, incluso, a la capacidad instalada, la que ya existía cuando llegaron a finales de 2018, dado que hay falta de pago para pólizas de mantenimiento, así como actualizaciones de equipo y software; a menos que haya algún designio político que favorecer, hecho que excluye lo general y propicia discrecionalidad arbitraria, otras palabras indeseables en el servicio público.
El resto es discurso politiquero, aderezado con ideología rancia, al servicio electorero del habitante en palacio nacional y ha sido para nada porque ni nuevo hueso recibió la directora de CONACYT.
Para cerrar, aunque hay deriva involucionista, este espacio se resiste a aceptar que la CTI mexicana está a la deriva; existe expectativa que el ímpetu de la comunidad de profesionales del conocimiento y sus aplicaciones actuemos para corregir el rumbo.
Ahí la opción para haya soluciones desde la CTI a fin que la sociedad reciba los beneficios del conocimiento.