Decisión y mando. Cabeza, corazón, carácter (3-C)

Otra más del presidente López: con “cabeza ardiente” y “corazón frío”, decidió desaparecer el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, iniciativa de Gilberto Rincón Gallardo, en venganza porque el CONAPRED invitó a comediante a foro, quien llamó “chocoflán” al hijo de AMLO. En un país  de brutal discriminación racial, clasista, sexual, este órgano de Estado es reconstructor cultural relevante, y el presidente imperial decide solo, sin empatía para víctimas de enfermedades, violencia o discriminación. Mintió al decir no conocía institución con amplio reconocimiento social. Dijimos anteriormente que la acción directiva comienza con (i) diagnóstico veraz de la situación, elaborado con cabeza fría; sigue (ii) la decisión de metas a alcanzar, con corazón de fuego, para aspirar a lo mejor para todos, al definir objetivos, medios, programas; y (iii) el mando, que pone en marcha, con carácter templado, hacia las metas fijadas, prudencialmente. La dirección o conducción hacia la meta, para ser eficaz, exige respeto a la dignidad humana de todos, y es servicio a todos con equidad, si se vive en un Estado democrático, cerraba Isaac Guzmán Valdivia.

La (ii) decisión requiere del afán de logro, espíritu de superación o magnanimidad, virtud de decidir y esforzarse por lograr grandes metas o cambios (con corazón ardiente), y donde los valores de la persona humana y el bien común son superiores. Las metas de superación humana son permanentemente magnánimas, y requieren capacidad de coordinar derechos e intereses de pluralidad de personas con exigencias del bien común, y trabajo en equipo para la justicia social y distributiva. AMLO recién provocó renuncia de mujeres dirigentes en salud, atención a víctimas, y CONAPRED, lo que exhibe sus debilidades –orgulloso, mentiroso, vengativo, corazón de hielo, que le impiden ser magnánimo- y quiebre grupal. El trabajo en equipo facilitaría ser más eficiente; con espíritu de equipo -unión de caracteres complementarios- genera cohesión para adquirir el espíritu de superación, lo cual obstruye.

Tomada la decisión, sigue la ejecución de lo decidido, poniendo en marcha hacia las metas fijadas, lo que es (iii) el mando, que requiere carácter –confluencia de espíritu y materia, “brazos de hierro”, fortaleza. No confundirlo con afán de dominación. Por el mando se hace realidad lo decidido. Como la autoridad del dirigente se asienta en el respeto, adhesión y reconocimiento de su propio valor por los dirigidos, y su capacidad de prever consecuencias, hoy vivimos en México una tragedia: metas de AMLO para pobreza, salud, corrupción, inseguridad se alejan; todos los medidores lo confirman. Y es que el ir hacia las metas implica el mando a los demás como el mando a sí mismo (yo y mi circunstancia), y AMLO no se domina a sí mismo, lo mandan sus instintos o resentimientos, como vuelve a evidenciar al frenar créditos relevantes para Covid19  a gobiernos estatales. Seguir al líder es acto de confianza, que solo puede generarse si el líder actúa con integridad, por coincidir lo que piensa y dice, y los demás sepan a qué atenerse. El problema es que AMLO no es hombre de palabra, por tanto es indigno de confianza: sigue negando lo dicho y hasta lo escrito o grabado (¡ahora mandó liberar a Ovidio!). Integridad y verdad se encuentran unidas, por lo que sin confianza toda sociedad se desquicia. Destructor de confianza es el doble lenguaje: cuando se dice una cosa y se hace otra, como en la conducción del covid19, mal diagnosticado, peor atendido: cerca de 23 mil muertes. En suma: imposible vivir sin dirección de las 3 “c”: cabeza fría, corazón ardiente, carácter templado. ¡A por las 3!