Crecimiento y fiscalización: segunda entrega
De manera sorpresiva, el vicepresidente español Pablo Iglesias promovió en Bolivia la firma de una declaración política entre personajes de la izquierda no socialista iberoamericana para construir un bloque de poder intercontinental que pudiera caracterizarse, en pocas palabras, como una Internacional Populista, sobre todo ahora que la Internacional Socialista perdió su foco y la Internacional Comunista es una pesadilla inolvidable.
Los grupos representados en el documento revelan una dispersión ideológica en el continente y un salto regresivo del socialismo hacia el populismo de masas más identificadas como lumpenproletariado que como clase obrera en activo. Más que partidos o gobiernos, la lista de firmantes registra un par liderazgos personales reconocidos, muchos de ellos involucrados en irregularidades y corruptelas y todos ellos con muy limitadas influencias más allá de los simbolismos locales. En, o regional, la lista de firmantes carece de brillo, atractivo y arrastra cargas negativas, además de carecer de alguna fuerza económica capaz de modificar la correlación globalizadora.
Por una razón estratégica, los gobiernos de Cuba y Venezuela no aparecieron en el documento, quizá por los temores que despierta La Habana en los EE. UU. ahora que cambian del gobierno aislacionista de Trump al regreso del gobierno imperial de Joe Biden y la agenda judicial en contra del venezolano Nicolás Maduro. Asimismo, tampoco se percibe alguna representación de partidos socialistas formales iberoamericanos. Y el gobierno sandinista autoritario de Nicaragua se ha aislado de las corrientes regionales.
Con estas ausencias, la Internacional Populista promovida por el vicepresidente español Iglesias con la alianza del peronismo momificado de Argentina en realidad no refleja una propuesta ideológica no tiene la dimensión como para sustituir la Alianza Bolivariana de gobiernos que creó Hugo Chávez en la cúspide de su poder petrolero. Y esta nueva alianza menos alcanza autoridad moral con políticos involucrados en sus países en casos abiertos de corrupción como el ecuatoriano Rafael Correa o la brasileña Dilma Rousseff o el boliviano derrocado Evo Morales, por cierto, con revelaciones en España de relaciones sexuales con menores de edad.
La firma de la alianza ocurrió en la visita oficial del vicepresidente de España y del propio rey español Felipe VI en su condición del jefe del Estado español, aunque con evidencias de que el monarca estuvo siempre ajeno a las movilizaciones ideológica de Iglesias. En todo caso, queda la falta de sensibilidad y respeto del vicepresidente a la investidura del rey como jefe de la delegación española.
De acuerdo con la información difundida, la alianza fue promovida por Iglesias, el presidente argentino Alberto Fernández –símbolo del populismo histórico, aunque enmohecido, del peronismo argentino de 1943-1945– y del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, una especie de asesor áulico o consejero del príncipe venezolano Nicolás Maduro, ahora con funciones de enlace operativo del populismo venezolano con el PSOE español.
El dato mayor radica en el hecho de que esta Internacional Populista va a operar a favor de los candidatos presidenciales Andrés Arauz de Ecuador, Daniel Jadue de Chile, Gustavo Petro de Colombia y Verónica Mendoza de Perú, los cuales, cuando menos ahora, carecen de posibilidades para llegar a la presidencia de sus países. Como aliados europeos llegaron Jean Luc Melechon, líder del grupo Francia Insumisa, y Catarina Martins, del Bloque de Izquierda de Portugal.
El enfoque central de la Internacional Populista no es nuevo en Iberoamérica, se localiza en la lógica del movimiento de Sao Paulo de 1990 contra el neoliberalismo y ha sido caracterizado, en síntesis, como globalifóbicos. Sin embargo, en los hechos, todos los países de la región iberoamericana participan de acuerdos de globalización económica, ya sea en función de la economía estadunidenses o la fracasada Alianza Bolivariana chavista que operó con baja intensidad cuando Hugo Chávez subsidiaba a grupos, partidos y gobiernos con petróleo regalado o dinero de ventas petroleras venezolanas.
Las tesis del Foro de Sao Paulo siguen como faro ideológico, pero carecen de funcionalidad práctica. En todo caso, el antineoliberalismo se ha asentado en la región iberoamericana sin una alternativa de economía de Estado que se base en la dinámica productiva y no en los salarios. Hasta ahora, el Foro es sólo de línea de choque desde 1990, cumpliendo treinta años sin ofrecer salidas. Las economías iberoamericanas han entrado en una dinámica pendular en la que economías de mercado aumentan la pobreza y ésta potencia economías de Estado con subsidios hasta que revientan el equilibrio macro y entonces llega de nueva cuenta el mercado.
La Declaración de La Paz, en referencia a la ciudad de La Paz, Bolivia, donde ocurrió el relevo presidencial, es más retórica anticapitalista que propositiva de nuevas relaciones económicas. De manera confusa relaciona el neoliberalismo con la disminución de prácticas democráticas, cuando ambas, neoliberalismo y populismo, hasta ahora han llegado al poder por la vía electoral, con sobresaltos como el de Evo Morales en Bolivia, pero luego corregida por la vía institucional.
A la Internacional Populista le falta la figura y los recursos de Chávez, porque España carece de fondo para dinamizar una alianza ideológica agrupada sólo en el antineoliberalismo. España misma se enfila hacia una crisis presupuestal por el aumento de gasto social y de alta burocracia, con alza arbitraria de impuestos no basado en la producción ni en la productividad. Como siempre ocurre, el déficit presupuestal se encuentra del otro lado del túnel populista.
El gran debate neoliberalismo-populismo ha eludido el eje de la cuestión: una nueva política económica, basada en un Estado dinamizado por la estatalidad y no la intervención directa en la producción como ha ocurrido en Iberoamérica. Esa tercera vía se ha discutido desde hace cincuenta años, pero sin encontrar ofertas sensatas. Inclusive, la socialdemocracia como doctrina política ha caído en la tentación populista de poner al Estado a competir con el sector privado, pero sin tener los recursos suficientes.
Por lo pronto, la Internacional Populista de Iglesias nació en Bolivia a propuesta de Podemos de España, pero carece de horizonte realista y poco a poco se irá diluyendo en sus propias contradicciones estatistas.
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