
Los niños que fuimos
Hay un traslape entre la Educación y la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI.
Ese traslape es tan importante que se presta a confusión y no es extraño que se pongan en la misma bolsa; para algunas legislaturas locales es una misma comisión para educación que para CTI y hasta una misma ley, en el contexto federal se logró distinguir hace muy poco.
Confusión tan arraigada que incluso profesionales de la CTI misma tratan a este par como un único quehacer.
Hay dos elementos para esa confusión:
Uno es que la CTI está ligada a la educación a nivel de posgrado; donde se implica toda vez que la investigación hecha por estudiantes es método para su formación en ese nivel.
El segundo es que existe una vocación frecuente en profesionales de la CTI para divulgar sus resultados y conocimiento, incluso en cátedra; la divulgación científica es una actividad de tiempo completo con sus propias metodologías, así como las tienen la docencia, el periodismo científico, y la misma CTI.
El resto es sólo vocación, deseo de incluir actividades satélites a la CTI de las que muy pocas personas son capaces de combinar en su quehacer diario.
Los dos elementos anteriores tienen su inverso, quienes estudian posgrado desean ser profesionales de la CTI en un área de conocimiento específica y así quienes son docentes o periodistas; empero, ni todo graduado de posgrado es profesional de la CTI ni sentir curiosidad o empatía por el conocimiento es condición suficiente para ser profesional de la CTI, tampoco viceversa.
Una dedicación a la CTI requiere de tiempo entero a generar conocimiento nuevo, aplicarlo y desarrollar tecnología a partir de éste y, de alcanzar, convertirlo en productos o servicios que se coloquen en mercado al agregar valor o resolver algún problema, todo junto.
Todas esas actividades sobre el conocimiento son relevantes socialmente, divulgar, educar, aprender, reportear, generar y aplicar.
Sólo señalo que son actividades distintas, pero traslapadas, por lo siguiente.
Esta columna sostiene que la CTI propicia movilidad social ascendente, información y mediciones hay muchos en todo el orbe; incluso la CTI, además de haber un derecho a recibir sus beneficios, es motor del bienestar socio-económico, indicador de la salud y sostenibilidad social.
Se sabe que a menos CTI menor bienestar, también viceversa, y a mas CTI sólo hay bienestar con políticas públicas apropiadas.
El asunto es que la SEP ha eliminado las estancias de tiempo completo para niños, niñas y adolescentes con impacto en 3.6 millones de educandos y los que vienen.
Esta decisión violenta los derechos de infantes y adolescentes, parte importantísima de la población vulnerable, traerá consecuencias transgeneracionales en diversos aspectos de la sociedad, la CTI no queda excluida de ello.
El detalle con que conozco a la comunidad científica nacional me permite afirmar que una porción muy importante del total de los profesionales de la CTI emana de estratos y segmentos de clase baja -no del segmento de pobreza alimentaria- y los estratos bajos de la clase media.
Conozco muchas personas dedicadas a la CTI, que con talento y dedicación logran generar y aplicar conocimiento, así como desarrollar tecnología, al menos para resolver los problemas científicos que abordan; la componente de CTI es más escasa principalmente por la ausencia, reiterada por decenios, peor éste, de políticas públicas apropiadas.
Sin políticas públicas apropiadas para la educación se perderán talentos para la CTI y será mas complejo detectarles, el daño es transgeneracional.
El paliativo de gobierno son becas a estudiantes y apoyos a personas de la tercera edad; “que los cuiden sus abuelas y abuelos”, dicta la terquedad palaciega; abuelos y abuelas podrán otorgar cariño, no el profesionalismo posible en las estancias infantiles.
Esta decisión será una más a recomponer, es una pésima decisión; como no, si la titular de la SEP tiene trayectoria mas destacada en pedir diezmo que en generar política pública alguna.