Libros de ayer y hoy
Me pregunto cuántos de los 30 millones de votantes son del crimen organizado en espera de la incompetencia de la administración entrante, como trilladora para un mejor terreno.
Entre esos 30 millones debe haber muchos que esperan perdón cimentado en el nuevo ‘enfoque social’ de la lucha contra la delincuencia que no tiene ni pies ni cabeza, no para reinsertarse en la sociedad, sino para evadir la justicia.
En la campaña presidencial muchos de esos fueron escuchas atentos en Tierra Caliente en Guerrero, en las serranías de Michoacán, en las zonas marginales de Guanajuato, en Tamaulipas, Estado de México, Sinaloa y el Triángulo Dorado, ya que no hay estado sin esas zonas de focos rojos.
Los teóricos se pueden autoengañar, pero la realidad mexicana es que no hay forma de sustituir las enormes ganancias del crimen con trabajos legales a la mano, esos que les permiten sus posibilidades sociales marginales, como la cantera donde Pablo Escobar Gaviria cincelaba a sus sicarios en Medellín, Colombia.
Por eso están ahí, no por maldad por naturaleza.
El problema de la buena intención de Andrés Manuel López Obrador es que no sabe, que no sabe, de ahí las patéticas muestras de voluntarismo con frases bobas como “me canso ganso” y “va porque va”, son la antítesis del pensamiento científico acostumbrado a enormes complejidades.
En lo personal pienso que esas frases y el vaudeville mañanero deben avergonzar a acompañantes como Marcelo Ebrard Casaubón, Alfonso Durazo Montaño, Olga Sánchez Cordero, Carlos Urzúa Macías, y muchos más.
El hecho es que nunca las repiten ellos, que pena, que nivel de subsuelo, pero tampoco se atreven a contrariarlo, los secretarios ya están en su relativa zona de confort listos para la pelea futura donde saldrá el que tome la estafeta del líder.
Por eso hay que cuidarse, no contaminarse con las barbaridades como la cancelación del NAIM de Texcoco, o la fallida estrategia para combatir el robo de hidrocarburos que está produciendo un descontento social brutal por desabasto y torpezas. En esas también va la fantasiosa pretensión de llegar a operar el nuevo sistema aeroportuario en Santa Lucía. Una tontería ligada a otra.
En este listado del horroris altamente radiactivos, al que los secretarios evitan a toda costa -solo los impresentables como Javier Jiménez Espriú y los obligados como Urzúa de Hacienda que tiene que ver con todo, y Alfonso Romo, al que se le dificulta cada vez más ocultar la cara de arrepentimiento-, está Tren Maya y del Istmo planeados en una servilleta, con estudios de factibilidad e impacto que no necesitaron de calculadoras y expertos, solamente la visión del ‘iluminado’ y del “va porque va”.
Me pregunto si entre los 30 millones que votaron por Andrés Manuel los más felices son los criminales, y si en su perverversidad afinada financian bots de ataque en redes sociales y medios de comunicación para alimentar la terquedad de quien toma las decisiones y las mantiene por más absurdas que parezcan.
Indudablemente deben ser los más felices.
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