Reforma en el bachillerato, un paso hacia la modernización educativa
Para psiquiatra, que el presidente López piense que crisis del coronavirus “nos vino como anillo al dedo” -pensando no nos alburee-. Pensar que muertos, enfermos, quiebra de empresas, desempleados, mayor miseria, desolación, son convenientes a su proyecto de transformación evidencia -si no hay maldad- anteojeras ideológicas que le imposibilitan preguntarse, en serio, si piensa o no con verdad o con error. Este domingo vuelve a desconocer realidad y no hay plan. Pensemos en ilusos que aún lo apoyan, hoy angustiados por dudas y con síndrome de desilusionados-acosados. Corrupción de la mente. Es necesario despojarse del pensamiento ideologizado y recuperar sano realismo, sentido crítico, ser libre intelectualmente, si quieren evitar más daños a sí mismos y a los demás.
El problema con ideologías (marxista, neoliberal, feminista-histórica, etc.) es que son concepciones que una persona o grupúsculo tiene del mundo, respecto a lo que quiere (n) sea el mundo, prescindiendo de la realidad -con independencia de lo que el mundo es-. El mundo, piensan, es como quiere (n) sea, no como en realidad es. Una ideología está centrada en la persona que la construye. En cambio, ciencia y filosofía arrancan necesariamente de hechos, prescindiendo de gustos o simpatías; son concepciones centradas en la realidad, en el ser; de ahí se parte para cambios o mejoras, en su caso. La historia nos enseña que cualquier ideología adopta una realidad absoluta (dialéctica, clase social, sexo), una enajenación de la persona respecto de sí misma, como base. Por eso debemos optar por la ciencia (episteme), en lo que sea competencia de ésta, frente a opinión (doxá) de autoridades humanas, particularmente ante afirmaciones ideológicas. Y rechazar tanto ideología marxista -que opone a la ciencia dichos de Marx (“confrontación social es imperativo moral”), como ideología neoliberal. Parte del fracaso de AMLO está en hacer de su ideología -sin ciencia ni filosofía-, base de su tentativa de transformación.
Vivir es conocer la realidad para vivir. Vivir humanamente consiste esencialmente en pensar y en amar (otras funciones biológicas las compartimos con nuestros hermanos menores, perros y gatos). Y es que entre las cosas únicas, peculiares que encontramos en el hombre -animal racional-, distinto del resto de la naturaleza, está lo espiritual, y con ello una capacidad de pensar de distinta manera que el resto de los animales. Espíritu supone las facultades de la inteligencia (para pensar y conocer la realidad y lograr verdades, con ideas, juicios y razonamientos) y de la voluntad (para buscar bienes, y para querer y amar). Pensamiento es todo movimiento en nuestras ideas o conceptos, imaginaciones, recuerdos, etc. Y pensamiento científico es un pensamiento disciplinado que se ordena al saber. El proceso de humanización consiste en dejarse llevar por esas naturales tendencias al saber y a amar. Hoy padecemos un grave déficit de pensamiento crítico, de expresión verbal y escrita correctas, de prevalencia de verdades y evidencias científicas y, además, una multitud acrítica, en lugar de pueblo.
Cada padre o madre, escuela, sociedad, requiere un sistema permanente de formación de niños y jóvenes –también adultos-, quienes necesitan saber pensar, y pensar qué van a ser, empezando por lo básico, dominar ser persona humana, y no solo ni primero en lo que exige tal o cual disciplina o especialidad deportiva, artística o profesional. Una vez dominada esa preparación humanista, ese niño o joven estará mejor preparado para otras especialidades, incluso gobernar.
Desde Aristóteles se enunció esquema de datos indispensables del pensar: 1º, pensamiento ordenado; 2º pensamiento crítico, capaz de preguntar, en serio, si pensamos o no con verdad o con error, y por qué; 3º expresión oral y escrita correctas (expresión de la palabra va tan íntimamente unida al pensamiento, que solo podemos resolver en serio problemas que podemos verbalizar bien y, con cierta fluidez); 4º capacidad de pregunta y respuesta sobre problemas básicos del hombre en el mundo: quién soy, de dónde vengo, a dónde voy, cuál es el camino; 5º conciencia histórica y de vivir entre generaciones; 6º experiencia estética de lo bello, y 7º cooperación social para el bien común. Este domingo el presidente confirmó incapacidad de preguntarse si piensa o no con verdad; su desprecio a la ciencia, incapaz de replantearse las cosas dada su política de mentira. Las crisis obligan a pensar bien.