
Sheinbaum no quiere generar desencuentro con Trump por “miedo a cárteles”
La credibilidad es uno de los activos más preciados de todo personaje público, más para quien conduce los destinos de un país. Así es porque este valor se acompaña de confianza o confiabilidad. La eficacia fortalece la credibilidad, pero es distinta. Ser eficaz perdona pecados, como el del déficit de credibilidad. Tener credibilidad es una aspiración legítima de todo gobernante.
Se dice que ganar credibilidad es un esfuerzo arduo y demandante de tiempo y consistencia, pero se pierde en un acto, en una decisión. Uno de los elementos de la autocontención en el ejercicio de autoridad es precisamente preservar el valor de la credibilidad. No es fácil. Puede haber error o descuido, pero no deliberado propósito de engaño, de desentenderse del compromiso o de la palabra empeñada; de otra manera, la credibilidad y la confiabilidad asociada quedarían comprometidas.
La credibilidad no es hacia todos, tarea por demás difícil y quizás imposible. El político debe decidir ante quienes ser creíble y en qué temas o tipo de asuntos. Hay presidentes que su empeño se centra en los factores de poder y especialmente los inversionistas. López Obrador tiene claridad sobre el segmento social al que debe dirigirse y complacer. Las masas en este tiempo se asocian no a la revolución, sino al clientelismo electoral.
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