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Reforma en el bachillerato, un paso hacia la modernización educativa
Crisis del coronavirus es experiencia mundial de freno y ocasión de reflexión. Fronteras de Europa, EU, Argentina, Colombia y hasta Guatemala, cerradas, como estadios, escuelas o templos. Las bolsas del mundo caen. Dólar al alza. En México respondemos lento e insuficiente en medidas de aislamiento indispensables para contener virus. Cierran campus en el país del Tec de Monterrey y de otras universidades privadas y continúan cursos por internet; escuelas de varios estados desde el pasado martes, y en resto del país a partir del 20 de marzo y hasta el 20 de abril. Sociedad civil, organizada y no, con mejores reflejos. Gobierno de López Obrador: hasta que haya dos casos de coronavirus al menos en una escuela, la cerrarán (11 de marzo); el domingo 15, el presidente declara: “No nos van a hacer nada las pandemias” -no piensa sean reales, sino una conspiración conservadora-, y el subsecretario López-Gatell: las recomendaciones de cuidado no aplican al presidente: “Casi sería mejor que padeciera Covid 19 porque se recuperaría y quedaría inmune”. Y que sigan sus besos y abrazos: “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”. Estupideces mortíferas. Opiniones y decisiones fundadas en creencias, no en datos técnicos y científicos, aparte de arrogancia ideológica. Políticos sin reflejos son rebasados por realidad que se impone a ideologías. El mundo se para.
Todo freno así -necesario según la ciencia, modelos matemáticos y el bien común-, es ocasión propicia para despertar de rutina de vida individualista, egocéntrica, de partidarismos ciegos, de ultranacionalismos, de antropocentrismos desentendidos del medioambiente. Reaparece así el cuestionario básico, fundamental, que solo a los seres humanos nos ocupa, y muy de vez en vez: acerca de salud, muerte, sentido de la vida, comunidad, familia, fe. Esta nueva crisis es una experiencia compartida de vulnerabilidad o fragilidad propias y ajenas -somos contingentes, no necesarios-, y de constatar también la interdependencia que nos ata a otros, dato de la realidad ineludible. Al final resolveremos que todo puede esperar. La vida sigue de otro modo.
Como en febrero de 2009, por brote de virus desconocido, epicentro en México: la influenza porcina. México y el mundo sortearon crisis, con “distanciamiento social” también. (Mi hija Elia, estudiante en Suiza, se dolía de alejamiento de helvéticos cuando salían del colegio). Entonces hubo tripulación que ante el mundo supo comunicar evaluaciones, momento a momento, y medidas oportunas, incluyendo cobertura de medicamentos. AMLO desaprobó entonces medidas. Hoy es más viejo, y con actual secretario de Salud, Jorge Alcocer, de 74 años -médico de primera esposa, desaparecido-, sin reflejos. El subsecretario que aparece en circo mañanero, López Gatell, útil escenógrafo. Por arrogancia ideológica tampoco hay suficientes medicamentos que urge producir, ni recursos económicos que se requerirán cuantiosos, y sí exceso de fe. No han generalizado diagnósticos de pruebas, tenemos pocos casos detectados, y número de confirmados apenas se mueve, lo que está generando preocupación internacional sobre idoneidad de pruebas en el país. Llegadas a aeropuertos internacionales nos exhiben impreparados -ni siquiera gel-, virus viaja en avión; primaria forma de contener virus es reducir contacto físico.
Jaime Tatay, S.J. medita: El freno o interrupción actual puede ser semilla de un nuevo despertar, una memoria capaz de recordarnos lo que hemos olvidado: nuestra indigencia o vulnerabilidad, y el olvido de ser quienes estamos llamados a ser. En definitiva, el olvido de todo aquello que nos abre a los “otros” -al prójimo-, a “lo otro” -la Creación-, y a “El Otro”, Lo Absoluto o Necesario. La vida es siempre primero; necesitamos al vecino o más próximo seguro, que no se enferme, que viva bien. Depender de otros es ineludible, principio del ser. Lo que sí depende de cada uno es cómo depender: para el bien o para el mal común, también principio del deber ser moral y jurídico. Revisemos o construyamos consensos éticos desde casa, empresa, escuela, asociación, sobre lo que sí importa a todos y a todo. Vamos en misma barca, nadie se salvará solo.