Diferencias entre un estúpido y un idiota
“El fuego es un magnífico sirviente pero un pésimo amo” reza un proverbio chino. Creo que esta frase se podría aplicar de la misma manera como una advertencia hacia los gobiernos que no ponen cuidado en mantener en su lugar, responsable y dignamente, algo tan importante como son las fuerzas armadas.
En América latina en el siglo XX se vivieron una serie de luchas internas que eran de alguna manera una extensión de la Guerra Fría que se vivía en el planeta. Varios gobiernos de orden militar a través de la fuerza y el golpe de Estado tomaron el poder de sus países, fue el caso de Brasil, Argentina, Haití, República Dominicana, Guatemala, Salvador, etc. casi todos estos golpes de estado se dieron por causa de una derecha muy ligada a las fuerzas armadas de cada país. Y en muchas ocasiones fue ante el avance de una izquierda, del socialismo, de los rojos que a través de ideología venían penetrando Latinoamérica, a veces con muy buenas intenciones y por las vías legales y correctas, pero con la displicencia del águila calva del norte.
Uno de los casos más sonados, todos lo conocemos, fue el de Salvador Allende en Chile que fue cruelmente asesinado por las fuerzas armadas comandadas por el general Augusto Pinochet, apoyado fuertemente por la CIA. Pero no fue el único caso, otras guerras interinas se dieron en Américalatina y al contrario de las anteriormente mencionadas, los triunfantes fueron figuras más ligadas hacia la izquierda en casos como el de Cuba, Nicaragua, Venezuela Las fuerzas armadas comenzaron principalmente como pequeñas milicias que se sublevaron ante las autoridades propias del rango militar. Pero una vez instalados en el poder, las fuerzas armadas en su totalidad se convirtieron en leales e incluso en soberanos de aquellos países.
Después de la revolución mexicana de 1920, varios de los caudillos que se batieron en esta cruenta lucha, fueron elegidos, algunos incluso por breves períodos, como presidentes de la República. Parecía en cierta forma una especie de requisito el que llegara un militar al poder y esto concluyó con Manuel Ávila Camacho. Su sucesor fue Miguel Alemán y fue de extracción civil. Pero de todos modos, como se ha dicho múltiples veces ya estábamos viviendo en una especie de dictadura ya que la sucesión presidencial se daba dentro de un solo partido. Esto fue cierto hasta el año 2000 en que hubo una alternancia con el presidente Vicente Fox de extracción panista.
Sin embargo el militarismo no regresó a nuestro país y se llevó un periodo de relativa calma en ese sentido al no haber participación política propia de los militares a menos que llegaran a cargos tales como secretarías de Estado, gubernaturas, senadurías, etc..
El espíritu del ejército mexicano fue siempre alejarse de la política para continuar al servicio del Estado y la nación. Siendo México un país pacífico, el ejército se dedicó a tareas tales como salvaguardar nuestra soberanía, nuestras fronteras, atención de desastres naturales, y combate en ciertas situaciones donde las fuerzas de seguridad pública carecían de poder suficiente, sobre todo en el crecimiento de amenazas, como el narcotráfico.
Claro que en ciertas ocasiones el ejército como un fiel subalterno del gobierno realizó algunas acciones de índole dudosa, como fueron las masacres del 68 y el 71. Pero en las últimas décadas ante el crecimiento de la inseguridad y el crimen organizado, los gobiernos han procurado darle más y más responsabilidades en el combate del narcotráfico en nuestro país, instado principalmente por nuestros vecinos del norte que pretenden que el problema se quede abajo de su frontera, siendo que, como todos sabemos, ellos proporcionan el dinero al comprar las drogas y las armas al vendérnoslas. Sin embargo este crecimiento en poder y responsabilidad no ha tenido comparación nunca con lo que hemos vivido en el sexenio presente.
Con los escándalos y filtraciones que se han dado en el actual gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, principalmente lo expuesto por los ahora famosos guacamaya leaks, hemos podido percatarnos de ha hecho mucho más que apoyarse únicamente en las fuerzas armadas para realizar sus propósitos, que en ocasiones lindan en el rango de caprichos, en la Secretaría de la Defensa Nacional y la Marina Armada de México. La vigilancia de las fronteras, conducir acciones contra indocumentados venidos del Sur y Centroamérica y el Caribe, y por supuesto el combate al propio narcotráfico se han quedado pequeñas. Se le ha encomendado al ejército mexicano la construcción de obras monumentales, algunos dirían que faraónicas, sin licitaciones ni vigilancia, sin que nadie pueda limitar el gasto o cuestionar los diferentes elementos que componen estas obras y que podrían detenerlas. Hablamos de estudios de medioambiente, afectaciones a las comunidades, viabilidad, e incluso funcionalidad de dichas obras. A nadie le sorprendió completamente que el aeropuerto Felipe Ángeles se construyera al lado de un cerro o que el tren Maya pasara por encima de acuíferos y moviera comunidades a su paso. Nadie culpa al ejército, que obedece, sino al caprichoso señor mesiánico del Palacio Nacional. El ejército está hecho para obedecer y las órdenes ya estaban dadas. Nunca se le cuestionó al mandatario. Porque él hecho de estar sentado en la silla presidencial pareciera que lo convertía en una persona omnisciente que de pronto conoce de todo, ingeniería, arquitectura, ecología, mercados, etc.. Así que si el presidente lo indica debe de ser alguna obra milagrosa e infalible. Esa es la forma de pensar de sus seguidores y de su equipo de trabajo, pero supuestamente el ejército no tiene derecho ni la responsabilidad sobre el resultado de estas obras, solo obedece. Se le encomendó crear banca de bienestar, administrar y controlar las comunicaciones y transportes, incluso se habla de crear una aerolínea manejada por este sector, Y qué decir de la más grande contradicción dicha por el Peje durante su campaña presidencial y posteriormente en su mandato, el responsabilizar al ejército mexicano de la seguridad pública al crear el cuerpo de la guardia nacional, transformando la policía Federal en un remedo castrense con Personal de extracción militar y si alguna preparación jurídica para ejercer en la impartición de justicia en nuestro país. El señor presidente creyó que teniendo el mando también sobre el poder judicial no habría problema ante las carencias de un ejército comandando a las fuerzas del orden público.
Por otro lado hemos visto desde el propio crecimiento del narcotráfico, el crimen organizado, los carteles de las drogas mexicanos, que las autoridades civiles y judiciales han sido invadidas, infiltradas hasta grados más que infames. Y el propio ejército mexicano no ha sido la excepción. Y aún peor, no solamente han sido infiltrados, sino que han sido en ocasiones aliados reconocidos por autoridades extranjeras y señaladas públicamente como tales, incluso llegando a la detención de algunos personajes como lo fue el general Cienfuegos por el cual el actual gobierno negoció su liberación y posteriormente se le dió total impunidad en nuestro país. También el ejército ha sido proveedor de equipo, armamento e incluso capacitación y personal a los carteles.
Desde el culiacanazo, México se dió cuenta que el poder y la autoridad final no estaba en el ejército, ni siquiera en el presidente, todos vimos que un joven llamado Ovidio Guzmán tenía más protección que nadie en este país. Y también hemos sido testigos de que la famosa guardia nacional con todo el militarismo no ha podido reducir los flagelos de inseguridad y la paz pública.
Al final sumando todo estamos ante una situación que ya dista mucho de ser alarmante, es una irreversible posicionamiento estratégico en ámbitos muy delicados de nuestra nación y a los cuales les falta tan solo una chispa para convertirse en la conflagración que nadie quiere y nadie necesita. En convertirse en la toma por las buenas o por las malas de todos los sectores de la vida pública legales e ilegales de nuestro país por parte de las fuerzas armadas. Lamento mucho ser el cuervo de la tormenta, pero los hechos ahí están el ejército mexicano adquirió en los últimos cuatro años un potencial impresionante y que debería de preocupar a todo el país independientemente de que la responsabilidad recaiga en los gobiernos prianistas anteriores o que la cereza del pastel haya sido colocadas por el gobierno populista que actualmente detenta la cuarta transformación.
La única forma de revertir esta situación tendría que ser por un examen de conciencia del propio ejército que lo regrese a los cuarteles, a sus funciones y a la otrora posición heroica y funcional con la que originalmente había sido creada al momento de nacer nuestra República. Pero no le hagan caso a un simple monero que solo pretende crear una imagen alegórica que retrata una visión y una opinión sobre un problema que parece padecer nuestro México.
De todos modos, ¿qué podemos hacer?
Solamente las urnas pueden conducirnos a seleccionar a los individuos cuya conciencia y sabiduría pudieran contrarrestar este problema, pero la verdad no veo a quién, ni cómo lo lograría.
Y hablando de eso precisamente notará usted que en el cartón o caricatura publicado sobre esta columna no se incluyeron dos elementos de suma importancia, Uno que está de todos modos aliado a través del gobierno federal es el poder judicial, que si bien algunos ministros se resisten a caer en las garras del militarismo y apoyar la permanencia del ejército en las calles, tiene poca tendencia a contradecir al presidente. El otro es nada menos que el INE. una institución que no justifica de ninguna forma la intervención del ejército en sus líneas. Tanto porque es ciudadana en su propia constitución, como por qué no se explicaría de ninguna manera dentro de las funciones del ejército que pudieran ser intervenidos.
Aunque desde que un soldado tomó un bulldozer para abrir una brecha y crear el aeropuerto Felipe Ángeles, o que una sargento entra en funciones como cajera en el Banco Bienestar, o que un teniente tuvo que dejar el entrenamiento de sus tropas para ir a patrullar las calles de una colonia marginal, las funciones del ejército mexicano han quedado completamente abiertas a cualquier cosa.
Esperemos que estas dos instituciones públicas, como lo son el poder judicial y el sistema electoral nunca sean invadidas por las fuerzas castrenses, Aunque con el poderío y responsabilidades que el actual gobierno les ha otorgado, tal vez ni lo necesiten.