
El uso del pasado
Por supuesto que como animales gregarios que somos,los seres humanos tendemos a seguir a aquellos individuos que muestran alguna clase de autoridad, ya sea por el ejercicio de acciones destacadas como individuo o por el interés mostrado en los demás. Cualquier Cavernícola con la suficiente fuerza o el arma bastante grande para someter a los demás, podía ser entonces una autoridad. Pero el entorno humano la prueba y error fue más allá de la evolución creando una historia, nos hizo sobrevivientes con más capacidad que cualquier otro ser vivo, es decir la inteligencia nos hizo más fuertes. Junto con nuestra memoria individual y colectiva las familias, las tribus o comunidades comenzaron a cuestionar si quién gobernaba debía de ser el más fuerte o el más inteligente. Pronto se dieron cuenta que las personas con más edad solían ser las de mayor experiencia. Y así se fue pasando de las primeras muestras de autoridad a los verdaderos liderazgos que llevaron de una u otra forma a la creación de gobiernos.
Desde esos tiempos hubo personas destacadas en sus capacidades y vocación para tomar la responsabilidad y el papel de gobernantes. Jefes, patriarcas o matriarcas, Déspotas, Monarcas, cabecillas, líderes, Monarcas, Tiranos, emperadores, cesares, presidentes, premieres y hasta teócratas comenzaron a surgir en todas las sociedades al mismo tiempo que se desarrollaban y la civilización marchaba.
Hubo personas que fueron criadas desde pequeños para llegar a ser gobernantes, hubo quién desde temprana edad sintió el llamado del servicio y la vocación del liderazgo. Poco a poco surgieron nuevas formas de gobierno como la democracia que permitía al individuo elegir a sus gobernantes y la forma en que debían de gobernar.
Al tiempo que se hicieron leyes que sustentaban estos gobiernos, se creaban academias y estudios que permitían que los individuos que eligieran esa profesión pudieran desarrollar las mejores habilidades. Otros fueron adquiriendo esas habilidades a través del trabajo básico regresando a los principios de crear autoridad mediante la experiencia viva, la fuerza o la negociación astuta. La educación y el talento nato creó a los primeros estadistas, aquellos individuos que quisieron de la profesión de gobernantes una muestra de los más altos estándares de la humanidad, claro cada uno circunscrito en su tiempo y sociedad.
Pero se convirtieron en ejemplo incluso de una civilización a otra. Como seres humanos todos podían tener defectos y ser criticable, pero sus alcances y logros los llevaron a puntos históricos importantes que han quedado registrados en nuestro acervo colectivo.
Ser un estadista no implica tener estudios o preparación política en sí, es suficiente con que la persona que conduzca con la dignidad y el aplomo que requiere el cargo, que demuestre su capacidad para dirigir, conducir, organizar, administrar, proponer, ordenar y proteger a su pueblo.
Se necesita un amor más grande por su patria que por sí mismo. Por ello suelen ser vistos como Héroes, adalides de cada tiempo y civilización en la que han prosperado. Los estadistas no hacen hazañas de un solo día sino que enfrentan a las pruebas del tiempo. Su poder es temporal, claro, pero destacan por lo perdurable, memorable e insigne, no por la marrulleria, los pretextos o la insidia.
Ir como un burdo arribista a tratar de dar cátedra sobre liderazgo, autoridad, organización y progreso a otros países, cuando tú ni puedes aplicar en tu propio suelo lo dicho, es un acto de extrema soberbia, solamente digno de quién se cree ungido de forma Mística en vez de ser respaldado por su capacidad.
El presidente de México estuvo frente a los micrófonos del mundo, y tal vez con buena intención, trato de hacer una propuesta en lo que parecía el foro adecuado pero levanto alguna cejas y se vio hasta cierto punto incomprensible y más importante, sin sustento porque en su propia nación no ha logrado crear coerción y unidad sino por el contrario ha creado división, señalamiento y distingo entre los sectores que conforman la sociedad mexicana.
No puede este monero dejar de confesar que sintió un poco de lástima por dicha presentación, ya que el presidente se le pueden ver algunos trazos de buena intención pero definitivamente Amloco, lejos de brillar, se vio opaco por no recibir ningún consejo apropiado, ya sea porque él en su unción fantasiosa no se siente aconsejable o porque los consejeros no se permiten expresar su verdadera opinión si es que la tienen. Eso concediendo que tuvieran la capacidad de decir algo medianamente relevante, que le hubiera al menos salvado de las críticas y de la mediocridad con que se pintó su bizarra participación.
Este sexenio ha sido la representación más larga del cuento de hadas llamado “el traje nuevo del emperador” que se ha visto.