Preparativos para una amenaza llamada Trump
El 2020 fue muy complicado de resolver, la pandemia por COVID19 nos tomó con los dedos en la puerta; éste, el 2021 ha dejado una huella en la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, que se proyecta en el Efecto CIDE.
La falta de oficio político, aderezada con empecinamiento, tanto de CONACYT como del designado para dirigir ese Centro Público de Investigación, CPI, ha destacado como realidad a muchos de los vaticinios; quizá quieran esperar a que pase el periodo vacacional y se enfríe por sí mismo el movimiento en CIDE, eso no sucederá.
Además, en 2021 se ha consolidado el estilo para emitir convocatorias a proyectos de investigación en CTI, en esta administración las convocatorias duran un par de semanas abiertas, otras pocas para decidir –lo hacen sobre las rodillas-, unos meses para ejercer, y volvemos a empezar; así será todo el sexenio, convocatorias para decir que sí hay promoción de CTI mexicana cuando los hechos dictan otra realidad.
Esas convocatorias emitidas no tienen sentido, por ejemplo, se impide la compra de materiales y mantenimiento de equipo menor y se prohíbe la adquisición de información en bases de datos que no sean públicas –actualizaciones de Rayos X, RMN, XPS, ADN, y mas; “¡¿cómo quieren que trabajemos las experimentales ciencias naturales y exactas?!”, me dijo un colega, tiene razón en estar desesperado.
Las escasas propuestas aprobadas cuentan con presupuestos ridículos y las convocatorias arrojan resultados igualmente ridículos, como en las becas para salud dónde sólo tres personas fueron aprobadas, de acuerdo con la información publicada por CONACYT, para recibir beca; tres para una población de 126 millones, un absurdo.
Otro botón está en una vacuna anunciada como propia cuando en realidad es desarrollo y conocimiento de otro país, fue adquirida licencia, así que ha evidenciado la falsead en declaraciones públicas, CONACYT ha dicho que ya está lista, anunciándola como un éxito propio, pero la realidad es que otros países también adquirieron la licencia de producción, no sólo México y van mas avanzados.
Tan así que recién se ha convocado para hacer pruebas de fase en población; hay un llamado general para la población en la CDMX y CONACYT convocó mediante comunicado a personas de la comunidad en CTI a registrarse para ese estudio.
A ese ritmo, la vacuna llamada Patria estará lista cuando la evolución permita que el sistema inmune de la humanidad responda ante el coronavirus, y sus mutaciones, que provoca COVID; cuando suceda, las hospitalizaciones por ese motivo ya no provocarán crisis económicas y lamentables fallecimientos que ahora se cuentan por cientos de miles en México.
El hecho es que la CTI de otros países han dado resultado hacia medicamentos para tratamientos en caso de enfermar por COVID19, acá, en México, la vacuna apenas va a fase de población.
No sorprende que la sociedad perciba como improductivos a profesionales de la CTI mexicana, cuando la realidad es que ni hay recurso público para cimentar una CTI sólida ni hay estrategias ni estímulos para el financiamiento privado, es mas, éste último se ve como indebido.
Tanto se opone CONACYT a la incursión privada que pretende retener los derechos industriales derivados de las investigaciones financiadas por ese consejo; si bien el recurso es público y parece correcto que retorne inversión a ese ámbito, esa vía es un error, mejor sería por regalías, venta de licencias e impuestos que resulten de la actividad productiva a partir de esas invenciones.
CONACYT no cuenta con personal experimentado en la protección de propiedad industrial, mucho menos para la comercialización, el vaticinio es que las patentes por invenciones, si suceden, quedarán en gavetas y, consecuentemente, no será ni para beneficio público ni privado.
Con actos discursivos, anacrónicos, por cierto, no se elaboran políticas públicas en CTI.
AL MARGEN: Esta columna entra en receso por fin de año, espero contar en enero con la amabilidad de su lectura, que la salud les plague.