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Trump, ¡uy que miedo!
Este año ha mostrado que la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, presenta grandes dificultades para generar políticas públicas con sentido; ni las pasadas ni la actual administración han podido.
En la actual, desde soluciones fallidas ante la pandemia por COVID-19, con respiradores nunca producidos, mediante paso por profundos desencuentros con la comunidad CTI, para terminar con un borrador de lo que puede ser Ley General en Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación, LGCTI.
Esta columna sostiene que las ciencias humanísticas, como otras áreas del conocimiento, son eso mismo, ciencia; la que puede generar tecnologías y producir innovación -así las ciencias sociales, las matemáticas, como todas las disciplinas –
Paradójicamente, la terquedad actual CONACYT en añadir la letra H para “incluir” unas áreas de conocimiento sólo logra segregar y discriminar.
Segrega como un elemento previo de la discriminación porque se separa con una pretendida clasificación, pero que sólo logra establecer diferencias en la esencia.
Discrimina porque no se añaden todas las ciencias; de hecho, incluir las iniciales de las diferentes disciplinas científicas, con afán incluyente, resulta en despropósito y acrónimo impronunciablemente larguísimo; un absurdo digno del teatro o literatura del siglo pasado sin ser surrealismo.
Esta situación es una frivolidad del ejercicio del poder sin sentido ni dirección.
La ciencia es toda completa un mismo quehacer y saber de la humanidad, la clasificación debe obedecer a las finalidades de comparación metodológica tanto como de análisis y síntesis sobre resultados y discusiones; no así de políticas públicas.
La perspectiva deseable es holística; quehacer diario tanto transdisciplinario (que se mueve entre disciplinas CTI) como multidisciplinario (preguntas y problemas abordados desde la coexistencia de distintas disciplinas) para atender problemas interdisciplinarios (preguntas que yacen entre varias disciplinas, aunque a veces la respuesta emane de sólo una de ellas).
Mientras que CONACYT insiste en despropósitos, sólo por añadir un caso mas que importante, en otras latitudes han reportado que un chip de cómputo cuántico ha sido desarrollado.
Para el público sin experiencia en el tema puede ser suficiente decir, evento posible, que todas, absolutamente todas, las claves de todos los dispositivos en el mundo (celulares, computadoras personales, etcétera) podrán ser violadas en unos días con un computador cuántico.
Imagine la preocupación de seguridad nacional en el tema; los registros civiles, gobernación y todo el estado es vulnerable, así de importante para el pueblo.
Este tema debe tener bajo investigación al menos dos decenios en el mundo, recuerdo que durante una estancia, poco mas de 20 años, en el departamento de matemáticas de una universidad de media tabla en EUA, el trabajo encomendado se relacionó con el control en computadoras cuánticas.
Mis contribuciones fueron cercanas a la sincronización y supresión de ruido en el problema, algunos reportes científicos fueron publicados; en México la ausencia de política pública al respecto.
Se ha invertido en supercomputadoras sin llegar a tamaño realmente importante; lejos de los petaflops (mil millones de millones de operaciones de punto flotante por segundo); en otros países ya están cerca del exaflops, es decir, trillones de operaciones por segundo; de su uso … es mas un desuso.
La LGCTI, como otras recientes, podría ser una más de corte centralista, para desconocer las muchas realidades que conforman nuestro país.
No aparecen oportunidades, ni en el discurso ni en los actos de CONACYT, que proyecten al pilar de movilidad social ascendente, ese que cimienta la CTI, que permita que toda persona de nacionalidad o ciudadanía mexicana ejerza su derecho a recibir los beneficios de la CTI como consecuencia de políticas públicas.
AL MARGEN: Esta columna descansa un par de semanas, pronto más de políticas públicas y CTI; cuídese y a sus seres queridos, felices fiestas.