El episcopado ante el ‘segundo piso de la 4T’
Según datos del Banco Mundial, los consolidados en 2017, la esperanza de vida media continúa al alza; el promedio mundial al nacer es ligeramente superior a los 72 años. La supervivencia hasta los 65 años es, en promedio para varones, superior al 81%. Son indicadores de desarrollo social.
Estos y muchos otros datos globales, en más de un sentido, para la medición y contraste de desarrollo social se hayan reportados en https://datos.bancomundial.org/indicador.
Las cifras, su totalidad en el banco de datos, capturan desarrollo social desde una perspectiva transversal; independientemente del tipo de concepto, régimen o estrategia que cada nación siga; además de los indicadores que cada país desee añadir para medirse a sí mismo.
Ente muchos datos, además de la esperanza vida media, nivel de educativo por cohorte, relacionados por sexo o ingresos, hay cifras sobre la actividad en ciencia y tecnología.
Ahí no sólo se encuentran cifras sobre los artículos científicos publicados sino que, además, exportaciones de alta tecnología, el cociente del número de investigadores por cada millón de habitantes, solicitudes de patentes por residentes, cargos por uso de propiedad intelectual y el gasto en investigación y desarrollo (porcentual respecto del PIB).
Por ello, en parte, el discurso, recurrente de investigadores en México, sobre cómo tiene sentido las publicaciones científicas cobra significado para el desarrollo social. No porque el Banco Mundial los mida sino porque es, entre otros, indicador de desarrollo.
Pero también, en complemento paradójico, ese mismo discurso carece de sentido cuando se le aísla; debe ser reconocido como insuficiente si sólo se habla de publicaciones científicas. Lo anterior porque un contraste muestra que, para 2018, México tuvo una balanza de poco menos de 7mil (en USD actuales) por cargos de uso de propiedad intelectual, el Congo 108 mil , Costa Rica 6 mil; vaya en Albania y Estonia es el doble que en México; en cada uno de esos países.
De otros países ni menciono las cifras porque son con muchos ceros superiores a las de México; invito al lector que revise el sitio comentado arriba.
Es decir, los investigadores y técnicos que han rechazado esta realidad se equivocan; sólo se han negado al modelo completo: Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI).
Generar conocimiento y publicarlo es importante, no es lo único. Que impacte mercados y competitividad es complementario y de impacto al desarrollo social.
Pero las cifras mexicanas en la base del Banco Mundial no sólo son responsabilidad de la comunidad científica en México; las políticas públicas se han quedado cortas cuando han sido definidas y, peor aún, no siempre están definidas.
En el sexenio anterior, la política pública se quedó mucho muy corta. En el actual, el Plan Nacional de Desarrollo no incluye la CTI en lo absoluto.
En las instituciones donde se ha tratado de impulsar este modelo, la comunidad científica se ha resistido, las autoridades cedido.
En el indicador que incluye el cociente de número de investigadores por cada millón de personas las cifras son irregulares. Empero, el cálculo es simple. En números redondos, hay 30 mil miembros del Sistema Nacional de Investigadores en México. Aun si fuera el doble de investigadores, arbitrariamente duplicando la membresía del sistema, habría alrededor un investigador por 2,200 pobladores en México; un número mucho muy bajo.
Hace falta inversión pública y privada. Hace falta convencimiento de la comunidad en el sentido que el modelo CTI; es decir, generación de conocimiento con una porción importante de impacto en mercado, y hacen falta políticas públicas claras si se quiere, como se dice en fechas recientes, tener otros datos orientados al desarrollo, unos que incluyan a la ciencia y tecnología.