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Cicatrices del sismo, fiestas patrias y desdén institucional
Felipe de J. Monroy
El gobierno federal no se ocupa de sus inmuebles históricos sino hasta que los necesita como escenarios para sus eventos. El recinto histórico y cultural más importante del país, la Catedral Metropolitana de México, permaneció prácticamente abandonado por las instancias federales tras los sismos del 19 de septiembre del 2017; pero justo a un mes de que se realicen los tradicionales festejos patrios en el Zócalo capitalino, las autoridades decidieron acelerar la restauración de los muy afectados campanarios del inmueble religioso.
Aunque la Dirección General de Sitios y Monumentos realizó un dictamen antes del 5 de febrero pasado para que sólo se pudieran tocar siete campanazos para la recepción del nuevo arzobispo de México; la tradición del ritual cívico del Grito de Independencia implica el repique constante de las campanas de la Catedral de México y la colocación de fuegos artificiales masivos justo al costado del edificio. Pero, para las autoridades de la Iglesia capitalina, el riesgo puede ser grande si no se tienen las debidas precauciones.
El sacerdote José de Jesús Aguilar, director de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México y conocido promotor del cuidado de la Catedral, denunció a esta columna que, tras el sismo de 2017, las torres campanario del recinto tuvieron que apuntalarse con andamios metálicos (los cuales atrajeron tanto a relámpagos como a nuevas afectaciones estructurales) y que las autoridades culturales desarrollaron largos proyectos de restauración pero que no fue sino justo a un mes de la fiesta patria que se dio inicio a la inyección de material consolidante en las torres campanarios de casi 70 metros de altura.
El encargado del bienestar de los inmuebles históricos y de valor cultural de la Iglesia capitalina pregunta a las autoridades federales qué tipo de restauración realizan en el simbólico recinto y si estos esfuerzos no son sólo para hacer funcional la Catedral para un solo evento sino para el servicio cotidiano religioso que allí se ofrece a fieles, turistas y visitantes, y por supuesto para la posteridad.
Para los custodios de la Catedral de México resulta incoherente que las autoridades federales les impidan tocar las campanas por los “potenciales riesgos estructurales” pero no tengan empacho en promover la utilización de grandes cantidades de pólvora que, se ha demostrado, provocan vibraciones peligrosas al pie del templo y que –como sucedió el 15 de septiembre del 2017- estos fuegos artificiales fueron los culpables de la mutilación de una escultura monumental de cantera, obra del indígena mexiquense, Santiago Cristóbal de Sandoval, director de escultura de la Real Academia de la Nueva España a finales del siglo XVIII. En efecto: CONACULTA y el Estado Mayor Presidencial tienen en su historial y conciencia el haber provocado un daño irreparable a un bien inmueble invaluable para el pueblo mexicano.
Las autoridades federales de cultura están obligadas a dar certeza mediante dictámenes especializados, tanto a los fieles como a los custodios de los recintos religiosos históricos, del verdadero grado de afectación que se provoca con el repique de campanas sobre las torres que apenas comienzan a ser restauradas y por las explosiones de pólvora que cada año se realizan al pie del recinto catedralicio.
Por supuesto, la celebración del tradicional Grito de Independencia en el Zócalo –presidido por el titular del ejecutivo federal o local- es un gran atractivo para muchos ciudadanos y turistas nacionales y extranjeros: las luces, el sonido, la fiesta y los fuegos artificiales son un imponderable de la celebración, pero quizá sea tiempo de voltear a mirar lo que hacen otras naciones y destinos turísticos para resguardar sus tesoros históricos y culturales. Para que los inmuebles de gran valor artístico puedan recibir a muchas generaciones en el futuro.
@monroyfelipe