Jugando con México
En fechas recientes todo gira en torno al SARS-COV-2 por COVID-19. Sobre esto hay algo que, paradójicamente, es abundante en información y a la vez pasa desapercibido.
El panorama es complicado: el crudo con gran caída en sus precios, turismo casi en cero y con remesas mermadas por las tasas de desempleo en el vecino del norte. Esas son las tres fuentes nacionales mas importantes por contribución, pero para otros sectores la cosa no pinta mejor: Manufactura, salud, tecnología, servicios, y más giros productivos en riesgo. Ahí están los ojos.
Una crisis nacional del sistema de salud es inminente, o un hecho, y ahora también una económica; quizá ambas tendrán alta probabilidad de traslape.
Hagamos un poco de historia para focalizar el punto.
En tiempos del presidente de la Madrid, entre 1982 y 1988, se plantea la necesidad de generar un sistema que permita retener a científicos formados, la opción hallada un esquema de evaluación por productividad. Nace el Sistema Nacional de Investigadores, SNI. Se acercaba el fin del milenio muy rápido.
El SNI consolida carreras y considera mayormente los artículos científicos como productos. Un cuestionamiento social emerge a la par: ¿a la sociedad de qué sirven los artículos científicos? La pregunta halla caldo de cultivo en una sociedad a la que la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, le es ausente, ajena.
En el ínterin, se van consolidando los programas de posgrado con becas federales que administra CONACYT, la pretendida movilidad social con pilar principal en la educación encuentra un eslabón mas. Pero la dificultad es que, aunque la CTI es para todos y todas, ni todos ni todas son para la CTI.
Es decir, se requiere trabajo, talento y disciplina, un o una profesional de la CTI promedio encuentra por fin su grado alrededor de los 30 o 35 años. Ahí empieza su carrera. Cerca de los 45 años, si lo logra, estará en condiciones de empezar a consolidar su vida productiva.
Dado los bajos porcentajes de éxito desde la admisión a posgrado, graduación de maestría y doctorado, arranque de carrera en CTI, cimentación de investigación y consolidación como científico o científica, el impacto de la CTI en la movilidad social es muy bajo respecto al total de la población.
Muchos becarios se quedan en el extranjero, hasta aquí seguimos baja movilidad social cimentada en CTI y alta tasa de no regreso ni retención de becarios desde el extranjero. Algunos programas, extintos, han sido impulsados.
En sexenios mas recientes, aunque con muchas aristas perfectibles, la estrategia incluyó propiciar acercamiento entre sectores productivos y la CTI nacional. La tarea no es fácil, pero con esa idea se reconoce que la CTI no puede ser únicamente financiada por recursos públicos, sino que deben complementar los recursos públicos y los privados para la consolidación de la CTI mexicana.
México es el país miembro de la OCDE con menor inversión en CTI, se ha dicho abundantemente.
Al cierre del balance, una vez más, nos encontrábamos con una incipiente cultura de registro y propiedad industrial a partir de la CTI en México. Están Mala combinación: un sistema científico sin consolidación ni en posgrado ni en CTI. Consecuencia, un impacto prácticamente nulo en la movilidad social impulsado por el sistema CTI. Hacía falta cambiar, perfeccionar, pues, las cosas.
México no tiene una cadena de valor, una industria del conocimiento, o como cada precepto de política pública quiere conceptualizar. El sistema CTI en México es como un pueblo fantasma con alguien que raya en la locura predicando en las calles vacías.
Pero las decisiones que se han tomado recientemente son, sin afán dramático, catastróficas. Me explico.
Esfuerzos mayúsculos de financiamiento se han legislado en los mas recientes 20 años. Multas electorales, tanto locales como federales; remanentes por petrolíferos, como el caso de los fondos de hidrocarburos y de sustentabilidad energética; y otros esquemas se habían hallado.
Nuevamente perfectibles todos, pero ahí estaba una base de futuro.
Ahora la extinción de fideicomisos es un error muy profundo. La carencia de financiamiento a la CTI es una amenaza grande, muy grande.
Una evidencia, la respuesta del sistema de CTI mexicana ante COVID-19 ha sido lenta, pero como no si apenas existe.
Ni recursos privados, ya que los empresarios adquieren CTI pero no la financian, ni recursos públicos ya que hay muy poco y se ha tomado lo que había.
Ya son muy escasos los casos de profesionales de la CTI exitosos habiendo trabajado en México – 1 de cada 200,000 habitantes, aproximadamente-. La carrera empieza pisando la cuarta década de vida, se consolida, si sucede, en la sexta.
Sin recursos no habrá estructura humana, no habrá actualización de la infraestructura material, no habrá productos de la CTI. No se podrá generar riqueza, pues no habrá qué colocar en mercados.
La industria del conocimiento nacional tiene varios productos, recursos humanos, el más valioso en mi opinión, innovación y tecnología son elementos de desarrollo siocio-económico de largo plazo; y esa sí impulsa la movilidad social donde está consolidada.
Para que la calidad de los productos CTI sea alta, competitiva, se requiere estructura humana, y también infraestructura.
Pero sin recursos ni la una ni la otra. Las carreras en CTI están en mas alto riesgo en tiempos del SARS-COVID-2.