
Los niños que fuimos
La oposición por permisiva, desintegrada, soberbia, carente de líderes y de compromiso. El pueblo mexicano por su desinterés, su fanatismo ciego por líderes de papel, la falta de vigilancia y participación ciudadana en los asuntos nacionales. Y por haberse dejado dividir. El sector militar por haberse convertido de un subalterno silencioso a un cómplice callado y luego en un socio discreto. La prensa que ha fallado en hacer claros los puntos importantes que deben comunicar al pueblo, por no crear diálogos y debate si no palabrería cobarde y sesgada ya sea por los intereses económicos o políticos. Las organizaciones no gubernamentales nacionales por fallar en denunciar adecuadamente los problemas que estamos viviendo en el ámbito internacional.Todos ellos podrán cubrir a medias su rastro histórico, están convirtiéndose en cómplices de un proceso que podría conducir a México a volverse algo completamente diferente a lo que era o a lo que podría ser en el mejor de los casos. Son cómplices de un arribista con una mentalidad ególatra y una inteligencia limitada, pero que se vende como un patriota desinteresado, ungido e iluminado. El y su grupo en el poder, desde los altos funcionarios empoderados como señores feudales de los diferentes sectores que conforman la nación, hasta los zalameros adoctrinados que recorren las calles y caminos de nuestro México con actitud altanera y provocativa, envestidos de una errada creencia en un hombre que deberíamos por principio darle el beneficio de suponer humano y falible.
Tenemos una situación extremadamente peligrosa para nuestra sociedad y nuestra nación. Es como si tuviéramos en la lumbre una enorme olla de presión llena de bombas explosivas listas para estallar. Y pareciera que todos los antes mencionados son cómplices de este destructivo y letal artefacto. La nación está secuestrada y comprometida. La constitución ya no es ni siquiera un referente. La sociedad está al borde de perder toda línea moral y valores. El caos brota como una mala hierba por todas partes.
Y del crimen ni siquiera estamos hablando.
Esta situación alarmante, a ojo de este monero, podría crear un innecesario estallido social, una catástrofe económica, una parálisis del Estado y dejaría la puerta abierta para que entren y se sirvan con la cuchara grande la anarquía y el despotismo.
Instituciones que en su momento costaron mucho trabajo formar y que han funcionado como salvaguarda de los pocos valores que nos quedan como democracia, están siendo disminuidos y desintegrados. La reforma electoral pretende acabar con el INE una institución que los mexicanos sufrimos para construir y que la nueva generación de políticos ven como un estorbo para cumplir con su cometido de crear una nueva dictadura perfecta como la que tuvimos por 70 años encabezada por el funesto PRI.
Pero antes de este embate encabezado por el antidemocrático presidente de la República Andrés Manuel López, ya había tomado por asalto una de los baluartes de la civilización moderna, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en la que colocó autoritariamente a una cómplice Rosario Piedra Ibarra, y creó un organismo de cartón que solamente aparenta estar funcionando, pero que está supeditado completamente a la voluntad del impositivo Peje. No hay una señal más clara de esta vergonzosa entrega y sumisión de la CMDH, que el silencio que ha guardado ante el paso arrasador que lleva la nueva política de militarización del país.
Este problema monstruoso se está convirtiendo en un Goliat al cual no se le puede emparejar un David que lo contenga.
Normalmente la comisión debería de ser la que alce la voz señale y acuse a quienes tratan de abusar de la autoridad contra el propio pueblo. Pero hoy calla. Y es deber de los ciudadanos señalar dicha omisión, al mismo tiempo que se señala la trágica conversión de nuestra República en una dictadura apuntalada en un ejército que está resultando mucho más que un cómplice.