
Vamos avanzando: Sheinbaum sobre reunión entre Norma Piña y Hugo Aguilar
Aunque la agenda oficial del canciller mexicano Juan Ramón de la Fuente Ramírez en Río de Janeiro como observador de la reunión del grupo del Grupo BRICS fue timorata, resultaron muy notorias las fotografías del diplomático con actitudes más que de oyente en un nuevo bloque geopolítico anti Estados Unidos que está potenciando a esa organización como un punto de confrontación política, geopolítica y de discurso económico frente a la reconstrucción de la hegemonía internacional de Donald Trump.
La reunión del grupo BRICS tuvo el escenario geopolítico previo de la reunión de la OEA en Antigua y Barbuda, para fijar un escenario de confrontación BRICS-OEA. Antes de la concentración en Río de Janeiro, el vicesecretario -que no subsecretario- de Estado, Christopher Landau, mandó a los países de América latina y el Caribe el pasado 26 de junio el mensaje de que Estados Unidos no iba a perder las zonas estratégicas al sur del río Bravo. Landau explicó la instrucción presidencial de revisar si las organizaciones internacionales en las que participa y financia Estados Unidos van a jugar en torno a los intereses estadounidenses o seguirán por la lógica de sus adversarios geopolíticos.
Los posicionamientos geopolíticos en Antigua y Barbuda y en Río de Janeiro fijaron el escenario de la disputa por América Latina y el Caribe entre Estados Unidos y sus adversarios ahora acurrucados bajo el ala protectora de Rusia y China. Sin embargo, la disputa pudiera ser más simbólica que real: Estados Unidos tiene el control de los países al sur de la frontera con tratados comerciales indispensables para las economías dependientes, en tanto que Rusia y China solo han ofertado posicionamientos geopolíticos e ideológicos antiestadounidenses que nada aportan a la vida económica y productiva de las naciones.
El juego político en Río de Janeiro hubiera pasado intrascendente en México de no haber sido por los mensajes de la presidenta Sheinbaum Pardo a favor de liderazgo regional en el continente americano de Brasil y su líder populista Lula da Silva, aunque en realidad con poca influencia geopolítica en México y Centroamérica.
Pero una cosa son los mensajes estratégicos y otra muy diferente las posibilidades reales de cambiar la correlación de fuerzas geopolíticas en América Latina. El grupo BRICS tiene más sentido justamente geopolítico que de construcción de un modelo de desarrollo en el sur del continente americano, en tanto que la OEA agotó sus posibilidades como organismo de subordinación política de Estados Unidos y de control militar continental.
Rusia y China, como ejes dinamizadores del Grupo BRICS, podrían aportar influencia política y contrapuntos con Estados Unidos, pero carecen de capacidad crediticia para financiar proyectos de desarrollo en América Latina y el Caribe, sus monedas no tienen influencia en la región y desde luego que no habría ninguna posibilidad de extender algún paraguas militar en el continente americano que sigue dominando Estados Unidos.
El discurso político del Grupo BRICS funciona solo como contraste declarativo –que no contrapeso– del dominio geopolítico real de Estados Unidos en la región, sobre todo porque todos los países del continente americano dependen del comercio con la economía estadounidense y todos –con excepción de los radicales que siguen girando en torno a la decadente noria de una Cuba rumbo a su hundimiento general– tienen firmados tratados comerciales con Washington y por lo tanto ahí se encuentran sus prioridades.
México mismo, lo quiera o no, está atado en materia económica y comercial a Estados Unidos y no tiene más camino que encontrar formas de entendimiento en lo que pueda quedar de un T-MEC destruido por la ofensiva arancelaria de Donald Trump o firmar un tratado bilateral que tendría acuerdos ya existentes en materia militar. En términos diplomáticos y geopolíticos, México no tiene la fuerza suficiente para buscar un pacto geopolítico con Rusia y China, salvo algunos acuerdos de inversión que en nada modifican la dependencia mexicana de Washington.
En todo caso, los coqueteos de México con el Grupo BRICS con discursos internacionales contrarios a la política belicista de Donald Trump solo van a dificultar la revisión del acuerdo comercial trilateral en modo bilateral porque la capacidad productiva mexicana no le permite autonomía geopolítica. Esta estrategia de México aspiraba no a nuevas dependencias geopolíticas, sino a una autonomía relativa en tanto se mantuviera alejado de los adversarios estratégicos de Washington.
La presencia confusa de México en Río de Janeiro como observador no comprometido en la reunión del Grupo BRICS tendrá un costo adicional en la de por sí deteriorada relación bilateral porque Trump ya amenazó con aranceles a los que comercian con EU y están afiliados o simpatizan con el Grupo BRICS de Rusia y China.
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