
Los niños que fuimos
Quedan poco mas de dos años para el día D en 2024; el proceso, primero interno luego abierto, arranca 6 meses antes y para ello la caballada debe estar lista otros 6 previos.
Es decir, quedan unos 12 meses de gestión pública federal, antes del congelamiento electorero, de una administración desastrosa y destrozadora; en todo ámbito, lo sectores deslocalizados, las instrucciones basadas en ocurrencias y disparates.
En Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, ha sido una calamidad que tardaremos decenios en recuperar el raquítico estado previo a 2018.
La falta de ministraciones en proyectos aprobados y en espera del financiamiento significan horas de trabajo pagado por los impuestos que resultan en nada; los profesionales de la CTI han hecho su labor: Proponen investigaciones científico-tecnológicas, luego de comités de evaluación se aprueba técnicamente la propuesta, se procede a la firma de convenio para las ministraciones y ahí se atora todo, también se atoran las ministraciones luego de evaluaciones de etapas previas.
Así CONACYT está, en opinión de esta columna, incurriendo en daño patrimonial, más aún si contamos que el equipo especializado para la CTI está sin mantenimiento ni preventivo ni correctivo; sin pólizas de seguro.
Además, están los retardos intencionales en evaluaciones para solicitudes del Sistema Nacional de investigadores.
Apenas hace un par de semanas se publicaron los resultados de reconsideraciones cuando debieron ser publicadas a finales del año pasado; son por lo menos 6 meses de retraso.
Ante los resultados publicados, le sigue la firma de convenio y ministraciones de la beca correspondiente; situación que implica una disminución considerable del ingreso, durante ese lapso, a quienes hayan cumplido con todos los requisitos mediante productos de CTI comprobables, sólo por ineficacia e ineficiencia de CONACYT, ¿eso no es corrupción?
Cada vez es más generalizado el temor en miembros de la comunidad CTI en el sentido que hay una estrategia para destrozar al sistema científico mexicano.
Hay a quienes no les sorprendería un discurso con ataques como el que la comunidad en medicina ha recibido recientemente; hay quienes hacen vaticinio que traerán profesionales de la CTI de algún país con algún pretexto absurdo desde Palacio Nacional.
No malentienda, ya hay muchos profesionales de la CTI de diversas nacionalidades en México, muchos con mi amistad y reconocimiento, ese no es el punto; sino la argumentación ridícula desde Palacio Nacional, la falta de normalización y cumplimiento de ley (para ejercer cualquier profesión se debe regularizar la condición como profesional y el estatus migratorio).
El caso es que, con el trillado pretexto de corrupción, misma que hasta ahora no ha sido demostrada mas allá de acusaciones fabricadas sin futuro jurídico, se ha destruido toda la estructura en CTI; el temor mencionado arriba no es descabellado.
Lo que sí son disparates es que haya directivos en centros públicos de investigación sometidos a una idea centralizada, agachados a una voluntad obtusa; ya también en INECOL se ha dado un nombramiento mas con el sello del sexenio: Perfil científico deficiente, oportunista y advenedizo, sin plan ni proyecto institucional.
Han propiciado instituciones al garete.
Así que la CTI mexicana se enfrenta, como no hay registro de haber sucedido, a intenciones destructivas, es una situación señalada por personalidades científicas desde el inicio del sexenio; los oídos sordos de la comunidad entera ante la evidencia, de una comunidad sin cohesión, también son factores de riesgo.
Este año hay un experimento electoral más, veremos cómo termina, ante la elección federal intermedia y el proceso de revocación; alguna luz brilla.
Sin embargo, quizá los dos años restantes pueda alcanzar a una destrucción mayúscula.
Esta columna evalúa que el daño a la CTI nacional ha sido enorme, puede ser mayor en los dos años que restan; pero aun es reversible, aunque costará mucho trabajo la reconstrucción.