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La historia posrevolucionaria de México ha sido la lucha entre el populismo y el neoliberalismo. La fase de la 4ª-T entre el proyecto posneoliberal del presidente López Obrador contra el proyecto neoliberal de Carlos Salinas de Gortari cumple la oscilación pendular que comenzó en 1940, luego del fracaso populista del presidente Cárdenas y su capitalismo monopolista de Estado.
El país ha tenido dos largos ciclos económicos: el populista de 1934-1982 y el neoliberal de 1983 -2018. El primero promovió reformas sociales en busca del bienestar mayoritario y logró una tasa promedio de PIB de 6%, pero con el alto costo de inflaciones y devaluaciones, corrupciones y autoritarismos; el segundo ajustó a la baja el gasto presupuestal y redujo tamaño y funciones del Estado, pero la factura social aumentó el número de pobres y el PIB se desplomó a 2% promedio anual.
El ciclo lopezobradorista está ajustando sus variables y se basa en tres instrumentos: el gasto social, el regreso del Estado a la actividad productiva directa y la predominancia del gobierno en la distribución de beneficios a la población, aunque sus metas han sido modestas: PIB promedio anual de 4% antes de la pandemia y 0% o menos promedio anual por el hoyo de -8.5% de 2020.
El ciclo populista comenzó con Cárdenas y sus decisiones consolidaron al Estado constitucional como el poder económico predominante. Antes de permitir una clase empresarial productiva, el Estado buscó someter a los empresarios a la autoridad del Estado. De 1940 a 1970 se diseñó el modelo de economía mixta: Estado predominante, empresariado complementario, control de la inflación y la devaluación y políticas sociales generales. Este modelo de “desarrollo estabilizador” fue roto por Echeverría con el aumento del gasto público sin incrementar ingresos fiscales y el déficit presupuestal catapultó la inflación y ésta condujo a la devaluación en 1976 y a la aniquilación del modelo de crecimiento con estabilidad.
En septiembre de 1976 se dio la primera gran derrota del populismo con la Carta de Intención (Rendición) del gobierno con el Fondo Monetario Internacional para ajustar la política económica a controles estrictos. López Portillo violó los acuerdos y aumentó más el gasto apoyado por los ingresos petroleros y la deuda, pero en 1981 se derrumbó la estabilidad y ocurrió la segunda gran derrota populista: la candidatura presidencial neoliberal de Miguel de la Madrid y su operador Carlos Salinas de Gortari.
De 1983 a 2018 el proyecto neoliberal se apoyo en tres variables: la globalización de los mercados de producción y consumo, el deslindamiento del Estado de compromisos sociales y la privatización predominante de la economía. Pero este modelo aumentó la pobreza y la marginación y deterioró la calidad de los ingresos del trabajo y con ello prohijó un nuevo ciclo populista de Estado que se desprendió del viejo PRI en 1988 y llegó hasta convertirse en Morena en 2014.
Al neoliberalismo le conviene un ciclo populista porque las desigualdades sociales ponen en riesgo las bases mismas de la convivencia productiva; los conservadores mexicanos han sabido ser audaces reformadores modernizadores y los progresistas han podido aceptar la consolidación conservadora de las posibilidades económicas.
Los populismos siempre necesitaron del ancla estabilizadora de los neoliberales, aunque sin establecer determinaciones en las grandes líneas de acción del Estado; los neoliberales, a su vez, tuvieron que acudir a la mediación del Estado para administrar las protestas sociales con programas asistencialistas.
El modelo ideal fue el de desarrollo estabilizador de 1954 a 1970: el Estado ejerció la rectoría económica, los empresarios invirtieron sin exigir espacios de decisión en el Estado y el equilibrio macroeconómico basado en el control de la inflación evitó la ruptura inflacionaria y utilizó la estabilidad del tipo de cambio para generar inversiones a largo plazo. Cuando el desarrollo estabilizador se rompió con Echeverría, la economía perdió su factor de equilibrio y quedó sujeta a los chicotazos pendulares de funcionarios sin visión de Estado.
En esta montaña rusa de tensiones sociales y políticas se encuentra atrapada la economía mexicana. El modelo pendular es de ciclos y la crisis de bienestar y de crecimiento necesita de un nuevo acuerdo productivo de redistribución de autoridades o seguirá oscilando para posponer un desarrollo estable por temporadas de ciclones sociales e inundaciones políticas.
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