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Trump, ¡uy que miedo!
En la entrega inmediata anterior está una parte del análisis sobre la reforma a 73 artículos de 23 leyes de la administración federal; reforma dónde se destaca que, de aprobarse, el gobierno federal podrá ejecutar la terminación adelantada, sin sanción alguna, de convenios signados con particulares para prestación de servicios y enajenación de bienes.
En esa entrega se ha hecho notar una implicación sobre el frágil ecosistema científico mexicano; se trata de cómo empresarios invertirían en Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, es decir en la generación y aplicación del conocimiento dentro de los CPIs, si estos son parte de la administración pública federal y, bajo las reformas a esas 23 normas, estos podrían optar por la terminación anticipada sin sanción alguna.
Tal situación establece un contexto de desconfianza a lo cual se agrega la realidad siguiente: De todos los esfuerzos financieros en CTI sólo una fracción es exitosa, la fracción exitosa agrega tanto valor que permite el financiamiento de nuevos esfuerzos a pesar que no todos ellos alcanzan los beneficios proyectados.
Ejemplo de la eficiencia y proyecciones financieras hay muchísimos; uno destacable, sólo por citar un caso, es que desde fines del Siglo XIX ya se proyectaba la fabricación de autos eléctricos para transporte de personas, pero la tecnología en materiales -entonces tenían chasis y carrocería de mayor peso con efecto en una baja autonomía del vehículo- y de baterías tanto como de instrumentación electrónica y computadoras de viaje no lograron su aceptación por el mercado.
Las invenciones de finales del Siglo XIX y principios del XX resultaron en que los autos eléctricos no fueran aceptados mientras lo de combustión interna se posicionaron por mas de una centuria; ahora la CTI oferta nuevas condiciones y las tendencias de mercado –incluida los aspectos sociales de intención medioambientalista- hace que los automotores se proyecten fuera del mercado y los eléctricos ganen participación a mayor rapidez.
El ejemplo anterior muestra cómo las invenciones no necesariamente son aceptadas por el mercado, pero que las invenciones exitosas generan valor en tal magnitud que propician beneficios socioeconómicos muy claros; es decir, la inversión en CTI puede no ser exitosa en un horizonte de tiempo dado, pero los resultados que se colocan en el mercado generan mucha riqueza, como este caso hay muchos en la historia de la humanidad.
Luego, para que se edifique la confianza en un ecosistema de CTI, con inversiones de riesgo en conocimiento y su aplicación, deben ser una parte de la cultura empresarial, como en el caso del estado de California, mientras que esa cultura tarda decenios en construirse y consolidarse.
Con la reforma propuesta por Palacio Nacional, en el marco de una reforma a la Ley de Ciencia y Tecnología como la propuesta por CONACYT, la desestructuración de la CTI mexicana implicará un retroceso de varios decenios, mas de lo que ya ha sido implicado con las decisiones del actual CONACYT.
A lo anterior se dará un nuevo golpe con otra reforma la estructura orgánica del ejecutivo federal, ambas, la administrativa y la orgánica, aunque van de la mano, son distintas.
En el caso de la estructura orgánica de ejecutivo federal se busca la desaparición de diferentes dependencias o su incorporación a secretarías de estado, a pesar de que, para no variar, se argumenta la cantaleta de corrupción y demás etcéteras, lo que se puede inferir detrás de esta nueva iniciativa es propiciar ahorros al ejecutivo federal en el ejercicio aprobado en el PEF 2023; no perdamos de vista que los “ahorritos que dejó el gobierno anterior” ya se acabaron y que vienen procesos electorales determinantes en los próximos meses.
La iniciativa a la estructura orgánica del ejecutivo federal prende luces de alerta muy graves; se cierne sobre los CPI-CONACYT el fantasma del exterminio en pos de una boleta electoral, incluso has sido anunciadas nuevas iniciativas al cierre del sexenio.