
Las pugnas arancelarias y el efecto Trump
En el norte de México la sequía en 2022 ha sido catastrófica, lo típico es que para mediados de junio las lluvias caigan, previo a la veraniega canícula.
La canícula es un evento de periodicidad veraniega caracterizado por incremento en la temperatura y consecuente reducción de lluvias, este año ha significado ausencia de lluvias; la fecha de inicio de canícula no es precisa y tiene razón geográfica (es decir, la canícula es un fenómeno climático espacio-temporal no determinista).
Lo que sucede frecuentemente es que para la temporada de canícula ya ha llovido y le tema de agua se pierde de vista por parte de los medios y autoridades; este año no ha sucedido de esa forma, esta vez el tema de agua será transanual, o mas allá, como señal de la gravedad del problema.
El problema de agua es uno de seguridad nacional, no como esos caprichos del ejecutivo federal, éste es uno que impacta a todo problema de seguridad nacional, es, quizá, el más más importante.
Sin agua, resulta que la baja o nula producción agropecuaria impactará la seguridad alimentaria, el consumo humano de agua con baja calidad impactará la seguridad sanitaria, la seguridad energética también en impacta desfavorablemente mediante bajo nivel de caudal hídrico para hidroeléctricas y termoeléctricas, además de diversos giros de producción industrial, desde la alimentaria hasta la automotriz, sin olvidar la petroquímica.
Ni qué decir de la vida cotidiana, aseo personal, limpieza de baños y utensilios de comida, es fundamental para la vida, a grado tal que el acceso a una cantidad mínima diaria de agua por persona es reconocido como derecho humano.
Entonces, el gobierno federal tanto como los locales violan ese derecho humano; esta columna tiene clara la idea que el servicio de suministro de agua es otra discusión, dónde se requiere flujo financiero para atender la compleja problemática que representa, pero sin no hay estrategias integrales, se viola el derecho humano, ese es un punto indiscutible.
Hay soluciones derivadas de la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI; soluciones serias.
En otras latitudes, la contaminación de efluentes superficiales se ha abordado con tratamiento de agua tanto industrial como municipal.
Aquí, en México, CONACYT ha olvidado intencionalmente el tema como prioritario, su verborrea ideologizada omite este importante problema transversal a toda actividad humana, a la vida misma y el estilo de vida actual.
CONACYT, CONAGUA, el Ejecutivo y Legislativo Federal, todos han hecho caso omiso del asunto.
En algunos gobiernos estatales, donde la crisis ya ha estallado, sale de sus capacidades, infraestructura e, incluso, comprensión.
En Jalisco, donde la precipitación ha favorecido la recuperación de la Laguna de Chapala en unos cientos de centímetros, lo cual no es cosa menor, se sabe que el Río Santiago y el Río Blanco tienen altísimos niveles de contaminación; la otrora multivisitada Cola de Caballo es hoy por hoy una vergüenza ambiental por su caudal abundante y contaminadísimo.
En Nuevo León, no ha llovido, el gobernador, quien ostenta, dice, tres doctorados, pretende detener la nubosidad; “que les eche un pial”, dijo un amigo burlonamente; “ese chamaco no sabe nada”, dijo otro campesino, ambos tienen razón, la ignorancia del gobernador es, a todas luces, muy lamentable; podría asesorarse apropiadamente, pero ni eso.
En ningún nivel de gobierno se acude a la CTI para concretar proyectos de gran envergadura y largo aliento para atender el problema; la reparación y mantenimiento de acueductos es a lo más que llegan, cuyo resultado es sólo “patear el bote hacia adelante”.
La inversión pública que requiere este asunto sí es muy relevante, no como el tren de capricho, violatorio de ley y norma, el que no es de seguridad nacional según la lectura del articulado constitucional.
CONACYT debe tener claro que el agua sí es un problema de relevancia nacional, que la CTI puede construir soluciones, pero quizá en el próximo sexenio aborde el tema.