Recibirán trabajadores al servicio del Estado vales de fin de año
Santiago Nieto, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, pretendía que su boda con Carla Humphrey, consejera del Instituto Nacional Electoral fuera una fiesta discreta, es más, casi secreta, pero probablemente sea la más escandalosa de los últimos años.
La razón: la hipocresía, la falsedad y la ruindad con la que el gobierno de López Obrador y sus funcionarios autoproclaman una falsa austeridad republicana, pero practican un hedonismo burgués y virreinal tan parecido al de la vieja (misma) élite política privilegiada.
La fiesta fue en el extranjero, como manda el canon del funcionario público aspiracionista.
Esta vez en Guatemala, uno de los diez países con mayor presencia de beneficiarios finales en el escandaloso asunto de los #PandoraPapers y hasta hace poco, considerado un paraíso fiscal según las clasificaciones de la OCDE.
Curioso destino para el matrimonio del hombre encargado de investigar a los mexicanos que “invierten” ahí.
Al enlace nupcial acudió la clase política en pleno, lo mismo exgobernadores y gobernadoras impresentables como Layda Sansores de Campeche o Quirino Ordaz de Sinaloa, respectivamente; funcionarios polémicos como el exdirector del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado (que renunció porque en el gobierno de Morena se robaban lo robado); ministras a modo como Yazmín Esquivel; “opositoras” leales como Carolina Viggiano del PRI o Josefina Vázquez Mota del PAN; y dueños de medios estigmatizados por el poder presidencial como conservadores como Juan Francisco Ealy Ortiz, dueño de El Universal.
¿Conflicto de intereses? Nombre para nada. La desvergüenza y la impunidad no reconocen ideologías.
Para llenar la barriga no hubo las folclóricas tlayudas, tampoco las demagógicas birrias y menos la populista agüita de coco que tan bien retratan las postales de la falsaria “sencillez cuatrotera”.
Como instruye el manual del perfecto chairo-fifí, en la bacanal se engulló esfera de carpaccio con aguacate y tártara de atún, ravioles rellenos de queso brie y sorbete de limón, asado de tira o róbalo crujiente como plato fuerte y macarroni de chilacayote como postre. Se escanciaron en abundancia elegantes bebidas alcohólicas y coctelería al gusto, incluyendo raudales de champagne Moët & Chandon Brut Imperial.
Y eso que no puede haber pueblo malcomido con gobierno sibarita, ¿o cómo era?
En el colmo de la ironía, algunos convidados descarados llegaron en aeronave privada, ignorando que este gobierno sostiene una guerra sin tregua contra los aviones presidenciales que no pudieron vender y mejor rifaron, pero no entregaron, pero que siguen pagando, además del mantenimiento y el almacenamiento y que, bueno, mejor se hubieran organizado y se lo hubieran rentado al gobierno.
Y en uno de esos aviones privados, venía la bomba que catapultó la boda de los cónyuges poderosos al estrellato viral de las redes sociales.
Una de las distinguidas invitadas, Paola Félix Díaz, hoy extitular de la Secretaría de Turismo del Gobierno de la Ciudad de México, tuvo la formidable idea de llegar acompañada de 35 mil dólares en efectivo (unos 700 mil pesos), aunque se manejó la versión de que Ealy Ortiz se habría autoincriminado diciendo que eran para una intervención médica y así exonerar al resto de la tripulación, la realidad es que el daño estaba hecho y la narrativa en clave destructiva: la secretaria de Turismo dejó votado el evento más importante del año en la CDMX (el Gran Premio F1), para viajar en vuelo privado, a un bodorrio fantoche, con empresarios a los que otorgó contratos millonarios y forrada en dólares de, hasta ahora, inexplicada procedencia.
¿Cuál es el problema de tanto boato, dislates, abusos, incongruencias y falsedades, en tan poco tiempo y por el mismo motivo?
Que una vez más quedó demostrado que los gobernantes de ahora son igualitos a los de antes; que cuando se conoce la vida privada de los personajes públicos vemos como quedan destrozados los discursos e intocados los privilegios; que los opositores y los gobernantes suelen comer del mismo plato y bailar en las mismas fiestas, mientras la ciudadanía está más dividida que nunca por comprar confrontaciones que solo existen en el melodrama inventado por sus guionistas; y que en este país la ley solo existe para los ciudadanos porque para los gobernantes es solo una útil servilleta para limpiarse los excesos o las suciedades.
Quedó clara la boda. ¿Y el funeral, Oswaldo? Ese comienza hoy.
La muerte y entierro de la verdad con toneladas de palabras huecas desde la Presidencia de la República. Con lágrimas en los ojos y la panza a punto de estallar, los hipócritas jurarán que ellos no son iguales y que ponerlo en duda es una bajeza inmoral.
La esquela dirá que la realidad no existe y que nuestra capacidad de asombro descansa en paz.