Se han desmantelado laboratorios de metanfetaminas o cristal: Sheinbaum
El desdén o rechazo del presidente López Obrador a todo lo que está fuera de su ámbito de mando es la marca de la casa. El agravio al Poder Judicial Federal, Congreso, INE, órganos autónomos, sociedad civil o a la oposición es ostensible. Así decidió inaugurar su presidencia y así ha continuado. Un estilo de gobernar fuera de la simulación de ayer, pero también -hay que subrayarlo- al margen de la civilidad republicana en la que el presidente es, también, jefe de Estado y, por lo mismo, comprometido a velar por el conjunto del país, incluso por quienes tienen un estatuto de independencia o de autonomía respecto al gobierno.
El país necesita a su presidente. Siempre. Pero, López Obrador, por convicción e interés ha resuelto transitar por la polarización, lo que excluye al otro, a quien él hace ubicar en el campo de la ilegitimidad histórica, moral o política. Como candidato en su última edición dio espacio al pragmatismo para sumar de todo. Se trataba de ganar el poder. Ya en la Presidencia excluye de manera sistemática y en cualquier ámbito de ejercicio de la responsabilidad presidencial, incluso en los temas más graves y serios como el desencuentro con los socios comerciales o el manejo de la pandemia, donde no fue relevante el Consejo de Salubridad General, la instancia de inclusión social e institucional creada por la Constitución para hacer frente a las emergencias sanitarias.
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