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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 19 de julio de 2019.- La Red Internacional para la Sostenibilidad de las Zonas Áridas (RISZA) es una plataforma internacional fundada por la doctora Elisabeth Huber-Sannwald, jefa de la División de Ciencias Ambientales del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (IPICYT) y la doctora Natalia Martínez Tagüeña, investigadora-catedrática del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Esta red invita a las personas de todas las áreas, ya sean académicos, tomadores de decisiones, la sociedad civil, que estén interesadas por los desiertos desde una perspectiva transdiciplinaria y multisectorial, en el que los proyectos que son realizados se hacen desde un inicio con el involucramiento de todos los actores que se encuentran en un sistema socieológico.
Con la red se introdujo un proyecto en grupo a la convocatoria de Atención a Problemas Nacionales del Conacyt, el cual fue ganado y consiste en la realización de observatorios participativos para la protección de la diversidad cultural y biológica de las zonas áridas con un recurso de tres millones y medio de pesos, aproximadamente.
Estos observatorios son espacios virtuales para que se genere y almacene conocimientos para mejorar la toma de decisiones e incidir en las políticas públicas según sus particularidades.
Comentó que este proyecto es innovador debido a que en el proyecto inicial se sometieron tres observatorios en los que ya se han trabajado: la Reserva de la Biósfera de Mapimí (Durango), la comunidad indígena Conca’Ac (Sonora) y el Valle de Guadalupe (Ensenada).
Además de estos tres observatorios, en RISZA se abrió otra convocatoria para los miembros y seleccionar tres observatorios más: el Río Sonora, la región del perrito llanero y un acuífero en Cuauhtémoc, Chihuahua.
De manera participativa, la gente local, los tomadores de decisiones y los actores de las zonas seleccionan de manera conjunta lo que quieren tener, en donde primero se realiza un repositorio de datos, saber qué se ha hecho en cada lugar y proporcionarlo a la red.
Como segunda parte, la gente decide qué es lo que quiere monitorear a largo plazo y cómo, para que sea almacenada.
Parte de lo que también interesa en los observatorios es entender a la propia gente y cómo percibe el bienestar y los riesgos, su propia versión de lo que es la calidad de vida.
Aunque los observatorios dependen de la gente local, la doctora Martínez Tagüeña espera que continúen, ya que este tipo de proyectos funcionan si se les ve un uso y utilidad, “un poco la apuesta es a jóvenes, a las nuevas generaciones. Que vean la utilidad de tener ahí esta información, pero es mucho de regresarle a la gente su historia, su información”.