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En América Latina del siglo XX se sufrió una plaga impresionante creada por los acontecimientos globales. Por un lado, los afanes imperialistas de los norteamericanos qué tuvieron una política expansionista y colonialista que no podemos negar (es molesto admitirlo, porque siempre ha sido una bandera de la izquierda latinoamericana el acusar a ese movimiento político aborrecible y existen conservadores de derecha que lo ven preferible, aunque atente contra la autonomía de nuestros países). Por otro lado, con el nacimiento de la Guerra Fría y en respuesta a la expansión imperialista de los USA, en la segunda mitad del siglo XX también se crearon los movimientos de izquierda que lograron introducirse en este ámbito político y social alcanzando el poder a través de actividades revolucionarias cómo fue en el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Ya sea por qué las nuevas formas de gobiernos instaladas estuvieran apoyadas por los gringos, o al contrario fueran detractores de la esfera capitalista y se sintieran seducidos por la izquierda mundial, en estos países se instalaron dictaduras tiránicas que fueron verdaderos regímenes de maldad y opresión, tanto los que favorecían el capitalismo como los que favorecían el comunismo. Estás secuelas de la Guerra Fría se vivieron con verdadero terror en casi todos los países de latinoamérica y dejaron secuelas horrorosas en el alma y el corazón de nuestra gente. A raíz de esta experiencia colectiva se mira con desconfianza en varios lugares países la presencia de los militares en el ámbito político, Ya que muchos de estos regímenes tiránicos se instalaron por el apoyo de las fuerzas armadas o incluso por las propias fuerzas armadas en algunos de los casos.
En México después de la época Revolucionaria los militares dejaron que los políticos hicieran la toma de decisiones y la aplicación de las tendencias, pero estuvieron siempre al servicio del poderoso en el caso del siglo XX, la instalación de la llamada dictadura perfecta priista hizo que los militares solo fungieran en un ámbito reservado de toda manifestación política. Su participación regular, sí bien fue muy activa, se incrementó con la llegada de la narcocultura a nuestra civilización. El necesario combate a este flagelo, junto con las inesperada inserción de dicha cultura en las propias fuerzas armadas, crearon una actividad diferente a la que se tenía acostumbrada a la clase militar.
De ahí pasamos a una nueva etapa, en la que el actual presidente le da un nuevo giro a esta vida militar otorgándoles facultades y encargos significativos al darles las obras cumbres de su gobierno. Esta acción parece tener sentido ya que hasta el momento las fuerzas armadas se podrían considerar leales al gobierno en turno y capaces de cualquier tarea, así que parecía una estrategia inteligente. Pero de inmediato se presentaron algunas dudas qué, al ser propias de la oposición, empezaron a tener poco valor entre los mexicanos del pueblo raso, aquellos que sienten la necesidad de apoyar ciegamente a Andrés Manuel López Obrador en sus decisiones.
Pero poco a poco el trabajo y las facilidades que le ha dado el Peje a la clase militar está comenzando a ser observados con bastante preocupación. Recientemente se comenzaron a destapar las primeras anomalías qué investigadores han detectado en las cuentas hechas por él grupo de militares encargados de realizar dichas obras. Pero desde antes se percibía ya el tufo de la ética flexible de la 4t, que desarrolló un procedimiento diferente en la adjudicación de los trabajos y obras del gobierno, haciendo caso omiso a las leyes de competitividad y transparencia, negándose a crear licitaciones cómo marca la ley y simplemente pasándose por el arco del triunfo dichos procedimientos.
Así se ha detectado que las obras hechas por el ejército tienen esta misma situación, para colmo de males recientemente en el “decretazo” realizado por el presidente, vuelve a cambiar las leyes para proteger aún más sus obras, lo que ocasiona un malestar total en los que pretenden que el gobierno sea vigilado por el propio pueblo que está en todo su derecho.
Así pues, este monero, cómo muchos otros mexicanos puede ver con preocupación el crecimiento de nuestras fuerzas armadas en cuanto a poder, voluntad y autonomía, lo que lleva a manifestaciones como las hechas por el general Luis Cresencio Sandoval, quien recientemente ha invitado a los ciudadanos a afiliarse políticamente al régimen ideológico del presidente. Este tipo de manifestaciones (que pudiera considerarse como un derecho también de las fuerzas armadas) estaba antes supeditado a un cuadro de normas no escritas y leyes vigentes que lo impedían, pero ahora nos acerca a una situación probablemente imposible de detener. En el peor de los casos, piensan los conservadores de la oposición Fifi que podríamos estar en el umbral de una dictadura tiránica de izquierda con la que ha coqueteado en diferentes ocasiones el presidente, mientras que otros recordando la ya preestablecida infiltración del crimen organizado en las filas del propio ejército, el miedo de que en algún momento, dejando ideologías de izquierda o derecha simplemente los militares ascienden al poder y conviertan a México en el Imperio del narco crimen militarizado. Parecería un sueño terrible e imposible, pero con pasos cortos y lentos se ha visto el avance de nuestra República hacia un escenario así de factible. Debemos asegurarnos de que no pase.