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Familia de Arturo espera emocionada su regreso tras cautiverio en Yemen
La capitulación del empresariado mexicano ante López Obrador deriva de la pasividad de los afectados y la cobardía de sus representantes o interlocutores ante el gobierno. El miedo, resultado del uso de los instrumentos de intimidación del poder, especialmente la UIF y la Procuraduría Fiscal de la Federación, juega su parte. Quienes podrían alzar la voz prefieren ir deshojando el calendario a la espera del fin de la pesadilla.
El empresariado mexicano está en su peor momento en su circunstancia más desafiante. La postura de López Obrador es ideológica, va contra la iniciativa y la empresa privadas; su visión es que la generación de riqueza es esencialmente corrupta. Su reproche al “aspiracionismo” de las clases medias es auténtico, eso es lo que cree, la pretensión de mejorar pervierte el alma. La militarización de la vida pública, el ataque a los órganos autónomos y la idea de someter todo al poder presidencial es el marco para la derrota de la empresa privada y de las libertades.
Muchos mexicanos acompañan al presidente en sus creencias antiliberales, bien sea por rencor social, por la documentada relación indebida entre el poder político y el económico o por ignorancia. Además, militarizar es popular en una sociedad que, mayoritariamente, desprecia la ley y las propias libertades. Los empresarios y, sobre todo, sus representantes debieran aprender de López Obrador en que no basta con creer que se tiene la razón, también hay que luchar decididamente por ella. Es una batalla permanente y de persistencia. No se trata de mimetizarse en los malos modos y la intolerancia, sería tanto como convalidar al presidente; se requiere saber decir no, resistirse, con la ley y con la razón en la mano. Desinhibirse del miedo que inmoviliza y exponer con claridad lo que se defiende. Apoyar lo razonable, rechazar lo indeseable.
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