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Llama Samuel García a unidad nacional de cara a revisión del T-MEC
17 de junio de 2020.- Kilómetro 83.5, carretera federal 70, tramo Valles-Tampico; las ondulaciones y las grietas en el deteriorado asfalto avisan que ya estamos en suelo jarocho, y dos letreros confirman la suposición: Termina San Luis Potosí y comienza Veracruz. Una lona de seis por tres (metros), colocada en horizontal aprovechando la estructura en desuso, nos hace virar en retorno; es el punto del comienzo de la entidad, de la Huasteca Potosina, y en consecuencia de la Diócesis Católica de Ciudad Valles.
“Bienvenido… Monseñor Roberto Yenny García” puede leerse en el vinil que huele a nuevo, y que se convierte en testigo mudo de la puntualidad del aludido: 12 del día exactos; a bordo de la Mazda CX-3 azul marino (de casi medio millón de pesos) pasa junto al anuncio pero no se detiene, mantiene el pragmatismo de una rigurosa agenda que le ha regido para no excederse en el horario, ni dar entrevistas, ni bajarse donde no lo marca el itinerario.
El oriundo del –antiguo- Distrito Federal, se acoge perfecto al pretexto de la contingencia sanitaria por la pandemia del Covid-19, y mantiene sana distancia con el primer grupo ebanense (del Movimiento de Renovación Carismática), minúsculo y vestido en un azul que combina con el cielo de final de primavera, lanzándole aplausos: El hombre de 48 años saluda a lo lejos, mientras la caravana disminuye la velocidad y le da tiempo a un perro tan callejero como pinto, que indeciso no sabe si cruzar la carretera o regresarse.
A la altura del retén militar, otra familia externa desde la cuneta su bienvenida; el Obispo baja la ventanilla derecha del vehículo y hace aflorar la manga de su –poco discreto- atuendo morado y blanco. Accede a la zona urbana de Ébano, aquella localidad que más de un siglo atrás brincara del incógnito al progreso, tras el brote del primer pozo petrolero en la República Mexicana el 3 de abril de 1904; y luego fuera el epicentro de la famosa batalla revolucionaria de 1915, donde se usó por primera vez un aeroplano.
Pero hoy el séptimo líder de los católicos en la región es quien empieza a escribir su propia historia, con retos nada sencillos y situaciones convulsas hacia el interior de su Diócesis (con casi seis décadas de vida), y que -según estadísticas oficiales- ha pasado desde su nacimiento, del 99 al 89 por ciento en preferencias de la feligresía, motivado por escándalos como los abusos de sacerdotes en San Vicente y Coxcatlán, los mismos que en su momento nos pidió tratarlos en tiempos posteriores cuando esté más enterado.
Por ahora se concentra en ir sacando el nervio con el disfrute que la da el cariño profesado en su primer alto formal: Desciende y saluda al presbítero Nicolás Anaya; agradece las manifestaciones impresas del Movimiento Familiar Cristiano, y también de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, cuya efigie representativa yace dentro de un arco florido –en el interior de un hotel- donde el prelado se toma un tiempo para posar, sobrellevando aquella elocuente salutación que más bien parece discurso político.
“Tú eres mi hermano del alma, realmente un amigo”: Se escucha entonces desde el interior, la canción que su tocayo Roberto Carlos lanzó en 1977, y que dos años después –en enero de 1979- se convirtió en una especie de himno al Papa Juan Pablo II en su primera visita a México. El “Amigo” le hace honor a la letra; se emociona, se enternece y se deja querer, habla por micrófono y hasta propone que se organicen para las fotos del recuerdo.
Especialmente llama su atención el detalle que un grupo de feligreses ebanenses tuvo al diseñar en relieve su escudo episcopal, donde sobresalen: La cruz, el lema “Para que tengan vida”, el báculo y la “estrella mimlab” que le remite a la riqueza cultural de la Huasteca Potosina; así como la barca de San Pedro, el Lucero de la Mañana, la paloma representando al Espíritu Santo, y la vara de azucenas aludiendo a San José.
Veinte minutos después llega el momento de reemprender el camino, continúa al este, y sorprendentemente hace una escala, breve pero no planeada, en el entronque a Pujal-Coy. A las 13:08 arriba al crucero Tres Hermanos, donde católicos de Ponciano Arriaga (Ébano) apenas llegaron a tiempo: “Se nos hizo tarde, y pensamos que ya nos había ganado, que ya había pasado”. Sombreados en el parador de concreto, el padre Felipe y sus huestes, dejaron escuchar –otra vez- la canción “Amigo”.
“No preciso ni decir, todo esto que te digo, pero es bueno así sentir, que eres tú mi gran amigo”, decía la entonación comandada por la humilde guitarra de Sergio, solo empañada por el rugir de motores en los tráileres que pasaban raudos en ese tramo de cuatro carriles que correspondía al kilómetro 59. Margaritas y rosas acomodadas en ramos pasaron de las manos de los creyentes, a las del jerarca católico, quien se quedó con ganas de aspirar su aroma, ante el uso permanente de la careta, transparente, casi imperceptible.
Entre el “siquitibum”, el “rra rra rrá” y la bendición del líder religioso, transcurrieron apenas cinco minutos, pero suficientes para que a las 13:13 horas, la puerta del lujoso transporte se abriera, como una invitación a reemprender el rumbo hacia el oeste. Se dijo contento con el recibimiento de la gente, que le hacía soportar el calor que para entonces ya rondaba los cuarenta grados; “está con todo”, expresó entre risas.
29 kilómetros y 25 minutos después, la escala correspondió a Tamuín. Se estacionó en “Pedro Antonio Santos” y “Benito Juárez”, frente a la entrada principal de la iglesia de La Inmaculada Concepción: La emoción superó a la precaución, y el párroco Carlos lo recibió con un viril apretón de manos. No eran muchas personas en el interior, pero las suficientes para hacer lucir una pequeña valla, en medio de la cual ingresó, acompañado de cánticos religiosos.
Lo llevaron a un reclinatorio privado, oró; luego tomó su sitio frente al altar, custodiado por sacerdotes de San Vicente, Tanquián, y hasta de Guadalajara. Las elocuciones continuaron, y subieron de emotividad hasta generar la frase que lo ha bautizado: “El peregrino del cubre bocas”, le llamaron, en alusión a la protección necesaria que portaba ante la contingencia sanitaria por el Covid-19, cuyo temor se disipó –de nuevo- al final, en el momento de las fotografías grupales y de la entrega de los regalos.
Después de -otra vez- la entonación de “Amigo”, veinte minutos duró la escala, suficientes para hacer hambre y llegar a la comida; al fin en casa, por fin en Ciudad Valles, para descansar un poco, y retomar energías hacia la fase culminante. Antes, una escaramuza con los reporteros en el Salón Mission, gracias a las pocas ayudas de su invitado especial: El Nuncio del Vaticano, Franco Coppola, quien de entrada, llegó tarde a la cita, como consecuencia de su terquedad de viajar por carretera desde México.
Al final la conferencia de prensa se convirtió en comparsa, fue una comparecencia a modo, con la recomendación de no sacar a la luz temas escabrosos para el nuevo Obispo, apelando a la comprensión hasta que se familiarice con sus 104 sacerdotes y sus 2 diáconos, de las 54 parroquias, distribuidas en 6 decanatos, todo ello en la demarcación de los 20 municipios de la Huasteca Potosina y en 5 de la región Media.
El tema de la puntualidad –ahora sí que religiosa- fue un buen argumento para cortar las preguntas en el momento embarazoso. Roberto Yenny García se escabulló entre los pasillos del Hotel Mission, hasta lograr la salida a la ceremonia máxima, programada para las 6 de la tarde y encabezada por el Arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, en calidad de consagrante. Sin feligreses, sin prensa, solamente familiares e invitados especiales (entre ellos monjas, sacerdotes y obispos), por las restricciones sanitarias.
El 17 de junio de 2020 pasaba así a sumarse a las fechas históricas –para la Diócesis de Ciudad Valles- desde aquel lejano 14 de mayo de 1961, con la ordenación del primer Obispo: Carlos Quintero Arce; 24 de febrero de 1967: Alfonso Reyes Ramos; 29 de junio de 1970: José Melgoza Osorio; 19 de marzo de 1980: Juvencio González Álvarez; 10 de agosto de 1994: José Guadalupe Galván Galindo; y 5 de junio de 2002: Roberto Octavio Balmori Cinta.
La Iglesia Catedral se repitió de sede, después de haberse considerado como opciones iniciales –y descartado por motivos de clima y de sanidad- el Estadio del Centro Cultural y el Instituto Motolinía; por eso las calles circundantes quedaron cerradas por Policías Estatales, uno de los cuales impidió de inmediato el paso a un joven despistado que pretendía sacar copias en un local cercano; don Porfirio, el encargado de logística, le autorizó el paso a su destino, pues no tenía nada qué ver con el evento.
La verdad es que el señor Vera estaba más preocupado en sintonizar en su teléfono celular la trasmisión desde el canal de You Tube, único medio (junto con la página de Facebook) para atestiguar, a distancia y por la vía digital, lo que sucedía dentro de aquel coloso de piedra en la esquina de 16 de septiembre y Galeana. Ayudado por el reportero, por fin pudimos ver como “El peregrino del cubre bocas” se descubría para protagonizar las casi tres horas de ceremonia: “Habemus” Obispo, en tiempos de Covid.