Refrenda Sheinbaum estrategia de construcción de paz en Sinaloa y estados
CIUDAD VALLES, SLP., 7 de octubre de 2019.- Cuando la referencia a este nuevo atractivo se vuelve tan abrumadora como la cantidad de gente que llega a los parajes habituales de Tamasopo, vale la pena ir a su encuentro, para cambiar de rumbos y perspectivas, aunque la distancia sea larga y las condiciones del camino obliguen a reducir la velocidad.
La delegación vallense de Rascón es el punto de referencia, la desviación hacia Damián Carmona lleva por senderos asfaltados, enmarcados con cultivos de caña y salpicados por grietas y hondonadas, hasta arribar a la mencionada localidad, no menos legendaria, tal como lo muestran las añejas construcciones de lo que fue la antigua hacienda y que indirectamente marcan el camino hacia el siguiente punto y objetivo final, a la izquierda, justo antes del arco de bienvenida.
APACIBLE
El ejido El Aguacate, que da el nombre a la cascada que crece en fama, es un sitio apacible al que también hay que dejar atrás, ya en una andanza sobre terracería compactada, que pronto llevará -a la izquierda- a un bien acondicionado estacionamiento, con su estancia techada en palma, sus baños, y sobre todo el reto a la audacia y a la condición física: Bajar por escaleras (las primeras en espiral) y una escarpada, los 65 metros de altura que corresponden a la gran caída.
Como sucede la mayoría de las veces en este tipo de expediciones hacia las bellezas de la naturaleza huasteca, el esfuerzo y el reto al vértigo valen la pena: El ruido ensordecedor primero, y después el frescor de la brisa reciben al visitante para compensar el arrojo. Todavía hay que cruzar unos precarios puentes para quedar frente a ella y disfrutar la precipitación del agua en todo su esplendor, desde la parte alta, hasta caer sobre un arroyuelo que pasa enfrente.
GRAN REPOSO
Cuando las condiciones del caudal lo permiten, se puede desafiar la corriente y cruzar del otro lado, para estrechar la distancia y que la cascada bañe al turista con su aliento, convirtiendo en una sola humedad, el sudor de la energía derramada para llegar hasta allá y la peculiar llovizna que en cuestión de instantes empapa el cuerpo.
La vegetación en el fondo de aquel sorprendente abismo le da el marco perfecto para generar contrastes con la blancura del agua, tan pura como el sitio mismo, ajeno al bullicio asfixiante o a la contaminación que amenaza a otros espacios más concurridos.
Quien llegue al paradisiaco lugar, puede quedarse el tiempo que quiera, tendido sobre la arenisca, reposando en una peña, o buscando las mejores vistas fotográficas, matizadas siempre por pequeñas florecillas que crecen regadas por el rocío.
Entonces se entiende que no importa demasiado el ascenso esforzado del retorno, o el prolongado regreso en carretera.