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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 30 de julio de 2019.- Quienes hayan ido a un campamento de verano en algún momento de su infancia, seguramente recuerdan las experiencias inolvidables de aprendizaje, diversión, relaciones sociales, confianza y autonomía.
Estas podrían ser las posibles razones por las que cada año más padres de familia deciden enviar a sus hijos a estos espacios, además porque significan un gran apoyo para quienes trabajan y no pueden dejar a los niños sin supervisión en casa durante las vacaciones.
Según datos proporcionados por Rino Q Para Niños Quemados A.C., durante la temporada vacacional la cocina es el área de la casa más peligrosa y el 90 por ciento de los niños quemados sufrieron accidentes en esa zona, pero también registran caídas, cortaduras y hasta fracturas de huesos, por tal motivo los padres están dispuestos a pagar cantidades de entre mil 500 y hasta dos mil pesos en campings.
SU ORIGEN
Los campamentos de verano o colonias escolares se originaron en España durante el siglo XIX, en los que se impartían programas de contenido educativo, pero no académico, en las que los niños aprendían a través de la libre enseñanza y actividades recreativas.
El cine norteamericano ha vendido la idea de que estas jornadas se realizan en un bosque junto a un lago, el campista tiene que armar su propia tienda de campaña para no dormir a la intemperie o dentro de grandes cabañas de madera, donde las actividades que realizan niños y adolescentes son: senderismo, piragüismo, fuegos de campamento, técnicas de supervivencia, entre otras.
Dichas actividades implican que los menores sean separados de sus padres, pero para países como México existe una gran oferta de actividades veraniegas, como campamentos deportivos, cursos de reforzamiento escolar o de idiomas, recreativos y didácticos e incluso artísticos.
VERANITO EN EL CEART
En el Centro Estatal de las Artes San Luis Potosí se realiza desde hace 10 años el campamento Veranito en el Ceart, impartido a menores de entre siete y 12 años de edad, tiene el objetivo de envolver en el arte a los niños mediante talleres de artes escénicas, visuales y musicales, se promueve el uso de los sentidos, la percepción y creatividad.
La duración del campamento es de un mes (15 de julio al 9 de agosto), sin embargo, la estrategia es “dar una probadita del arte a los niños”, con el fin de que regresen a tomar algún taller de formación académica que ofrece el Ceart.
El coordinador del área de integración y literatura del Ceart, Aldo Córdova mencionó que el perfil del campamento basado en las artes se complementa con talleres de carácter transversal, temáticas encaminadas a mejorar las relaciones interpersonales y ambientales, como agroecología, bienestar animal, rallys y este año se integró un programa para enseñar náhuatl a los niños.
Este programa se ofrece normalmente a los adultos, se pretende que durante el campamento tenga resultados positivos para comenzar a impartir al público infantil, “más que el aprendizaje de la lengua el taller se enfoca en la cosmovisión náhuatl, aprenden ciertas palabras y es una clase para abrir la diversidad cultural”, indicó el maestro.
Durante la primera semana realizaron un rally; el grisáceo edificio de altas y gruesas paredes que de 1984 a 1999 operó como la penitenciaria del estado, se iluminó con los colores de la ropa infantil y pasó de ser un lugar de represión y silencios a un espacio repleto de gritos y carcajadas, con ese candor característico de la niñez.