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AQUISMÓN, SLP., 04 de mayo de 2020.- De la misma manera como Aquismón puede presumirse entre los municipios potosinos privilegiados por la naturaleza en lo que a parajes con agua se refiere, igual sucede con su condición orográfica que a la vez le provee de un elevado número de cuevas y sótanos, convirtiéndolo en un verdadero atractivo para los amantes de la espeleología.
Más allá de los multicitados sótanos de las Golondrinas (en Unión de Guadalupe) y de Huahuas (en San Isidro), o de las medianamente conocidas cuevas Luz de sol, Espíritu Santo y El aguacatillo (Mantezulel), así como la Cueva Linda (Paxalja) o La Ventana (Tancuime); en esta municipalidad todavía quedan muchas cavidades por descubrir, muchas de ellas casi inexploradas.
CUEVA DEL DIABLO
Apenas una media hora desde la cabecera municipal, en la carretera asfaltada que sube la sierra hacia Tamapatz -delante de La Laja y antes de la entrada al Barrio Sagrada Familia- un par de curvas seguidas y mucha vegetación, hacen que la detección de la oquedad desde la transitada ruta sea complicada. Es necesario estacionarse en un pequeño acotamiento, para caminar luego en un sendero casi extraviado entre la vegetación.
Hay que descender con precaución y al subir empieza a descubrirse la enorme entrada, con extrañas figuras en el techo y diversos oficios, y enfrente un terraplén en donde se antoja un pequeño descanso, antes de internarse cuidadosamente a los túneles; la introducción debe ser con sumo cuidado, casi a rastras, considerando su estrechez, y no debe faltar la lámpara que ayude en la visualización.
No existe una certeza en el origen de la denominación del sitio, pero no pueden faltar las historias de apariciones y hechos sobrenaturales, lo cierto es que cuando te retiras un poco para tomar la foto panorámica, las formaciones rocosas a la par con los orificios en las paredes, semejan un enorme rostro, con tintes monstruosos que parece no dejar de observarte. ¿Será el diablo al que alude su nombre?
CUEVA DE LAS CALAVERAS
Subir a un costado de la escuela de Tanzozob, no solamente permite divisar toda el caserío desde lo alto, sino también avanzar hacia uno de los atractivos que esa comunidad posee; allá en la cumbre, después de caminar una media hora entre caminos amplios rodeados de árboles frutales, y después, por senderos escabrosos que se estrechan conforme la maleza crece.
Igual de angosta es la entrada a la Cueva de las Calaveras, cuyo bautizo parecen explicarlo las formaciones raras en las paredes, como si fueran rostros misteriosos que te vigilan en cada movimiento. Las estalactitas altamente provistas de minerales brillan a la luz de las lámparas; y extrañamente –a diferencia de la mayoría de las cuevas- se siente una calidez en el interior, tanto o más que la elevada temperatura de tu cuerpo debido al ascenso.
CUEVA DE LAS COLMENAS
A escasos kilómetros de Tanzozob se ubica Tanchopol, una comunidad pequeña que sin embargo tiene su atractivo: La Cueva de las Colmenas, en alusión a los enjambres que alguna vez habitaron ahí. Por la calle que pasa a un lado de la escuela primero, y posteriormente por un camino descendente, pronto se avista –desde arriba- la enorme entrada, que asemeja una cúpula gigantesca.
Luego hay que bajar por un estrecho sendero invadido de vegetación, pero adornado con flores exóticas y hasta plantas de café, integrantes de un jardín que se formó en aquella acumulación de rocas, que hace miles de años -seguramente- se desprendieron desde el techo. En el suelo plano y compactado, la gente ha aprovechado para idear un peculiar altar, y darle su propio toque de misticismo al sitio, con la celebración de ceremonias.
CUEVA SAN NICOLÁS
Regresando a la zona Tamapatz, entre Unión de Guadalupe y esta localidad, hay una carretera que los une, pasando por El Mirador y haciendo entronque en El Zopope; una vez aquí, es suficiente seguir el arroyuelo, que lleva por un cómodo sendero hasta la entrada de la Cueva de San Nicolás. Otra manera de guiarse es por el peculiar sonido del correr del agua.
Sus formaciones interiores en color café contrastan con la transparencia del líquido, tan limpio como refrescante, un marco agradable que se complementa con la belleza de los escenarios naturales que forman las paredes. La hermosura del lugar hace que la cavidad forme parte de los recuerdos de las excursiones de casi todos los habitantes vecinos, además que muchos de ellos se abastecen de ahí para calmar su sed.
CUEVA DE LA ESCUELA
Pasando Tamapatz, a un costado se ubica Muhuatl, una localidad que esconde muy bien el atractivo de su cueva, tan pequeña que puede pasar desapercibida, pero que sin embargo guarda dentro paisajes espectaculares que difícilmente podrían deducirse desde el exterior, justo frente a la primaria; de ahí el nombre de La Escuela, para -al mismo tiempo- darle una precisa referencia.
Después de sortear la estrechez del acceso y de un salto de casi dos metros hacia el interior, el recorrido –con su respectiva lámpara en mano- da para echar a volar la imaginación: Las raíces de los árboles externos se han entrelazado con las rocas interiores, creando formaciones raras, tan extrañas como la fauna que suele aparecer a nuestro paso: Escorpiones sin cola, ranas pegajosas, y peces sin ojos. Toda una experiencia subterránea.
CUEVA CAMPECHE
Más hacia lo alto -de la zona Tamapatz- podremos encontrarnos con Octujub, una localidad también llamada Campeche por algunos antiguos pobladores; ha sido esa última denominación la que ha servido para rebautizar a la cueva a la que igual nombraban De las Golondrinas, pero que propiciaba cierta confusión con el afamado sótano en Unión de Guadalupe.
La Cueva Campeche logra atisbarse ligeramente desde abajo, en la comunidad, pero la distancia es engañosa, porque la caminata casi llega a sesenta minutos, aunque se agradece el paisaje variado, que de camino empedrado pasa a suave hojarasca, luego mullido pastizal, y después una sombra ligera gracias a enormes pinos, en donde pueden apreciarse algunas orquídeas en flor.
Llegar al atardecer al lugar tiene su ventaja, porque en su oquedad descendente, al paso de los años y amparados en la tranquilidad, una gran cantidad de vencejos –llamadas golondrinas por los pobladores- han construido sus nidos, a donde regresan conforme va cayendo el sol, con su respectivo espectáculo, que a diferencia de otras sitios más renombrados, aquí nos hace gozar de inigualable exclusividad.