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CIUDAD VALLES, SLP., 3 de junio de 2020.- En 2012, María Rosaura Loredo Rocha, era una mujer de 50 años que llevaba una vida convencional: dedicada a su familia, a su pareja, y a las labores del hogar en su casa de Bonham, Texas, un pueblo de menos de 10 mil habitantes en Estados Unidos. Oriunda de Rioverde, había llegado a ese país luego de haber sido maestra en Aquismón y Ciudad Valles, formando a sus cuatro hijos (tres hombres y una mujer).
En medio de la monotonía que rodeaba su vida, un día mirando una carrera de bicicletas con personas de la tercera edad, observó tanta felicidad en ellos, que decidió tener esa misma alegría en su existencia, y entonces comenzó a pedalear luego de cuarenta años de no hacerlo; en un principio no rodaba ni una milla y se dejaba caer cansada, pero al mes ya recorría diez millas, y cuando cumplió los trece tomó una decisión sorprendente: recorrer América en ese transporte.
Solo con herramientas elementales y sin saber nada de ciclismo, surgió la idea por la cual la catalogaron de loca, pues aparejado a la ocurrencia, determinó dejar casa y comodidades, enfrentando además de críticas, las versiones desalentadoras de que no llegaría ni a México. Pero entonces la bicicleta se convirtió en sus alas para volar, y durante trece meses recorrió trece países, en un viaje místico de sabiduría y aprendizaje.
Recuerda con especial cariño las vivencias en Peña del Bernal, Querétaro; en Quetzaltenango, Guatemala; su paso por Nicaragua, y sus recorridos en Argentina, donde convivió con gente que hasta ese momento le era desconocida, pero que se convirtió en parte de su experiencia. Racionaba su comida y sus energías, muchas veces se quedó donde le ganaba la noche, o donde su cuerpo llegaba al punto de desfallecer por el cansancio.
La potosina se volvió entonces una sensación por los lugares lejanos que cruzaba, donde la abordaban, la entrevistaban o le ofrecían su hospitalidad; su hazaña de libertad se convirtió en un ejemplo e inspiración para quienes le conocieron. Rosaura Loredo decidió entonces llevar sus vivencias a las letras, y así nació “Pedaleando hacia mi origen”, el primero de sus dos libros, donde transmite parte de su filosofía.
Ciudad Valles no era una opción para quedarse, pero al paso de los años terminó adoptándose aquí, y por sus caminos rurales hoy sigue haciendo recorridos con su inseparable bicicleta, ese vehículo que en su peculiar travesía la llevó por caminos inimaginables. Ahora viaja por toda la zona tének, recabando la amabilidad de los indígenas, así como en antaño disfrutó del cariño de los sudamericanos; pero a la vez desarrolla una práctica que le ha dado un cuerpo sano y altamente funcional a los 58 años:
“En esta época, pedalear es una sanación total, para mí la vida no tiene mucho cambio, pues no suelo andar en multitudes, así que esta pandemia no me detiene, el sol es un elemental que sana y ayuda a trascender esto que sucede, el respirar el oxígeno limpio es imperativo para el cuerpo, (por eso) hoy pedalear debería ser esencial, haciéndolo con todo el respeto hacia quienes tienen temor, (porque) ayuda a equilibrar la salud de tu cuerpo, de tus pensamientos y de tu espíritu”.