Reabre sus puertas Notre Dame después de incendio hace 5 años
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 17 de octubre de 2019.- Faltan 20 minutos para la una de la tarde, a esta hora sus pies deberían sacudirse desesperados en algún pupitre escolar, esperando la salida para correr a casa. Pero no, su vida está lejos de eso, mientras a doscientos metros de ahí aturde la alharaca de chiquillos -en la primaria José María Morelos- Ismael sólo sacude pelotas de plástico…su casa ha quedado atrás.
Pequeños silbidos se esfuman entre alegata y combustión, es el anuncio de su espectáculo como payaso en el cruce de Reforma y Carranza, ahí aprovecha un minuto del semáforo en rojo y, sin dudarlo, se arroja entre la prisa citadina para malabarear. Es el truco de la sobrevivencia.
Mediar palabra es complicado, de origen autóctono, Ismael apenas soltó un par de respuestas para confirmar lo evidente: no estudia y está en ese lugar por exigencia de sus padres, cada mañana, cada tarde, sólo sosteniendo entre malabares una infancia que parece condenada a ser devorada por las calles.
Es originario de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, aunque no recuerda hace cuanto llegó a la capital potosina, a engrosar la cifra de niños cuya infancia se ve interrumpida por la miseria.
La piel del rostro se resquebraja junto a su candor bajo el picante sol de mediodía, mientras escurre el maquillaje y guarda las pequeñas pelotas en su mochila, alcanza a murmurar que el ingreso es poco; “no mucho, de a dos pesos, cinco pesos, diez pesos”.
Es el precio de no conocer los libros y portar una peluca hecha nudos para ganarse la vida.
Engulle de prisa un pequeño jugo de cartón para emprender la huida sin rumbo claro; todavía hay destellos de amabilidad en su despedida (…) aunque su mueca presagia que mañana, de nuevo, los malabares le borrarán la sonrisa.